Cuando estallaron las burbujas inmobiliaria y financiera, tras los primeros años de debacle y hundimiento de grandes y pequeñas empresas, se habló de la rehabilitación de viviendas, edificios públicos y zonas urbanas como un colchón para contribuir a mantener la actividad en la construcción. Ahora, aunque con la cacareada salida de la crisis ya se empiezan a ver más obras --y también una inquietante subida de precios del suelo urbano-- todavía no puede decirse que Córdoba esté en niveles «normales». Nadie espera regresar al festival edificativo anterior a la crisis, pero habrá que superar la parálisis. La escasa animación se refleja, en la capital cordobesa, en el aumento del número de licencias de obras que ha concedido el Ayuntamiento. En su conjunto, han sido 770 en el balance del año 2016, incluyendo en este monto las licencias para obra de nueva planta, que bajan ligeramente. También comprende los datos referidos a la reforma o rehabilitación, los únicos que presentan cierta alegría respecto del 2015, con un incremento del 58%. Esta subida nos habla de mejoras en las economías domésticas y el consumo, y de cierto «salir adelante» para las pymes. Las posibilidades de la rehabilitación, que sería tan útil para la mejora del paisaje urbano de una ciudad como Córdoba, todavía están poco explotadas. Más apoyo de las administraciones a estos trabajos beneficiaría al empleo y a la propia ciudad.