Para reflexionar, la verdad es que siempre es hora, pero esta madrugada, y tras la charla ayer con un amigo, o reacciono o según una frase de Baltasar Gracián, voy para vieja que chuto. Dice: En la boca del viejo todo lo bueno fue y todo lo malo es. De eso trataba de convencerme mi amigo. Efectivamente, hay veces que hay que ser muy necio o muy ciego para no ver cómo andamos por el mundo y sin ir muy lejos, cómo andamos por nuestra querida España. ¿Televisión? Mentiras y montajes. ¿Política? Muchas más mentiras, luchas de poder, corrupción, impuestos, etc. ¿Nuevas tecnologías? Bien o mal según se mire. Probemos a cambiarnos de compañía telefónica, por ejemplo: acoso, amenazas, mil molestias una y otra vez, etc. ¿Educación? A propósito, cuentan que alguien se trasladó a un imaginario planeta donde el tiempo no pasaba. Tras cientos de años, decidió volver a la tierra y cuando quiso buscar su casa, su pueblo, su ciudad, no encontró nada: todo en este mundo había cambiado. De pronto divisó a lo lejos un lugar que le resultaba conocido. Fue hasta él y allí se encontró con su escuela de hacía siglos. Era lo único que no había cambiado. Sin comentarios, pero, ¡ay, que hace falta una total revolución con la que nadie se atreve o no interesa! Ahí están invisibles los poderes fácticos mercadeándolo todo y aquí, entretenidos que si misa sí o no, que si toros sí o no, que mucho fútbol, sí. Me salva, de esa malsana vejez --menos mal--, que no pienso que todo lo bueno fue el pasado, no, ¡qué va! Sucedía que no existía el pensar sino el aceptar. Me salva también la ilusión de crear, de ver y valorar lo positivo que tenemos, de soñar que no todo, y menos la juventud, es perversión, que las cosas cambiarán. Sí, señor Gracián, me queda cuerda; sigo siendo joven...

* Maestra y escritora