El Día Internacional de la Felicidad, instituido en el 2013 por las Naciones Unidas, tuvo ayer el interesante efecto de provocar una reflexión colectiva sobre este estado del ser humano tan difícil de acotar. Resulta curioso cómo en países muy pobres es mucha la población que se declara feliz, mientras la amargura parece invadir la vida de las sociedades acomodadas. Algunas personas descubren que son moderadamente felices, o mucho, solo cuando se paran a pensar en ello, y que la felicidad parece residir para la mayoría en los placeres sencillos, la amistad, la serenidad y la vida familiar. Y, curioso, muchos coinciden en que se es más feliz cuando se hace felices a otros.