En realidad los términos de derechas e izquierdas en política son simplemente relativos entre sí. No han tenido un contenido ideológico permanente y absoluto a lo largo de la historia política de Europa en el siglo XIX y en el XX.

En la historia política española, desde la primera Constitución Parlamentaria (1812), la izquierda ha estado formada primero por los liberales, partidarios de la Constitución de Cádiz, frente a los absolutistas. Luego, dentro del grupo de los liberales se desgaja un grupo hacia la izquierda, los "progresistas", frente a los "moderados". En la revolución de 1868, la izquierda estará representada por los "federales". Durante la Restauración (1874-1902) los "fusionistas" de Sagasta serán la izquierda, frente a los conservadores de Cánovas. Más tarde aparecerá otra izquierda, la de los republicanos, frente a los monárquicos. Otra nueva izquierda nade con los "socialistas", y todavía más a la izquierda los "anarquistas". En los años veinte, con motivo de la creación de la III Internacional, aparecen los "comunistas", que se sitúan también a la izquierda del socialismo. En definitiva, la izquierda ha sido muchas cosas a lo largo de la historia política española. A estas alturas, pretender dar una definición única, absoluta, inmutable del concepto de izquierda no pasa de ser una proyección subjetiva. Algo parecido a lo que decía Luis XIV de Francia "El Estado soy yo". No el Estado es mucha gente, y puede haber muchas formas diversas de configuración del Estado. Igualmente no se puede decir "La izquierda soy yo". La izquierda son mucha gente, puede haber muchas formas de configurar la izquierda, y muchas maneras diferentes de concebir el papel histórico de la izquierda.

A estas alturas de la historia, en los comienzos del siglo XXI, seguir interpretando los términos de derecha y de izquierda con el contenido ideológico y político que han tenido durante los siglos XIX y XX, resulta un atavismo carente de realismo. Es el producto de un pensamiento elaborado en la lectura de los grandes pensadores políticos de los dos últimos siglos. No es un pensamiento elaborado en la observación de la realidad circundante. Fue en las reuniones del club de la izquierda hegeliana, a la sombra de Bruno Bauer, de Moises Hess, de Ludwig Feuerbach, de Arnold Ruge, donde Carlos Marx (tenía entonces, 19 años) comenzó a elaborar un sistema global de interpretación de la Historia, del Derecho, de la Religión y de la Política. Sus experiencias posteriores con la policía de Bismark, sus contactos con el grupo de los exilados alemanes en París, le condujeron gradualmente a formular sus críticas al sistema capitalista sobre el que se estaba construyendo la primera revolución industrial de Europa (1750-1850).

La izquierda del siglo XIX giró sobre dos componentes básicos: el liberalismo y el socialismo. El liberalismo como ideología renovadora del sistema político frente al absolutismo; el socialismo como ideología renovadora del sistema económico frente al capitalismo. Las ideologías absolutistas desaparecieron en la noche de la historia. La única ideología que puede quedar a la derecha del liberalismo, es la ideología fascista. Pero también de esta última ya no quedan sino reductos marginales. Debido a este devenir histórico, el liberalismo ha pasado a ocupar el puesto que ha quedado libre en la derecha.

Por lo que se refiere al socialismo, el desarrollo económico de Europa le ha ido dejando poco a poco sin argumentos. Las grandes aspiraciones del socialismo del siglo XIX y de la primera mitad del XX, están conseguidas. Casi todo lo que se reclamaba en el Manifiesto Comunista de 1848 figura hoy en las legislaciones de los países europeos. Los términos de clase social, de empresa, de Estado, de proletario tienen, ciento cincuenta años después, un contenido conceptual completamente distinto.

A su vez han surgido realidades económicas y políticas que han alterado sustancialmente el escenario nacional e internacional. La izquierda ha significado siempre una ideología de avance en el devenir histórico, de alumbramiento de nuevas estructuras. Este ha sido el papel desarrollado exitosamente por el liberalismo primero y el socialismo después a lo largo de los siglos XIX y XX .

El proletariado de nuestros días no está constituido tanto por los trabajadores por cuenta ajena de Londres, París o Barcelona, sino por las poblaciones residentes en los países del Tercer Mundo de Africa, Asía o América Latina. La izquierda europea, por supuesto la española, está necesitada de una reconversión mental hacia la injusticia del orden mundial globalizado.

* Profesor jesuita