Hasta el campo nos están robando. Habíamos asimilado que las mansiones, los yates, los chalets tipo Las Rozas o los apartamentos de Puerto Banús eran para jerifaltes de banco, para chorizos de guante blanco, parentesco y concejalía, o para defraudadores y personas públicas corrompidas adornadas de cohechos, prevaricaciones y demás lista de pillajes de la gente bien vista y de gustos caros. Los lujos de la gente corriente se han reducido al campo, una especie de propiedad colectiva por donde sale y se pone el sol y crecen los espárragos después de la lluvia, y a un piso o casita en la que guardar la propia historia y descansar después de los berrinches normales de la vida. Pero es que ahora, entre la crisis y las apropiaciones indebidas, al campo le están poniendo puertas y algunas casas ya no son de quienes las han calentado con el tenaz ejercicio de la vida sino de Luxemburgo, que está más lejos que Cataluña. Por eso a veces el excesivo ajuste, el demasiado apretar el cuello o la imperdonable vista gorda de la autoridad con quienes se apropian de lo colectivo llegan a tal límite que la gente corriente salta, se cabrea y se tira al campo a reclamar lo que es suyo. Mañana, domingo, se celebra el día de los caminos públicos y tanto moteros, como ecologistas, como senderistas de ruta estudiada o de espárrago y setas se van a lanzar al campo a reivindicar que las veredas públicas están escritas en el suelo desde antes de la Mesta y que no hay escritura que certifique que esos caminos de relente y estrellas son propiedad de quienes les ponen candados. En Córdoba hay una asociación --A Desalambrar-- que lleva años reivindicando que aunque los bancos puedan adueñarse de bastante parte de nuestra vida nunca podrán escriturar como privado ese ensueño de libertad histórica que lleva señalado en la piel de la tierra desde casi la eternidad y que sería necesario dejarlo por escrito en documentos y planos del Consistorio que atestiguen y den fe de que existe, además de la de los bancos y los terratenientes, una propiedad del pueblo que son las veredas y los caminos a cielo abierto. Mañana se celebra el día de los caminos públicos, que va a poner coto al hurto de la tierra a la comunidad por parte del rico acumulador e insolidario. Hay momentos en los que alguien toca a rebato y dice basta ya. Y, por ejemplo, sale al campo a desalambrar caminos para la libertad o, desgraciadamente, se hunde en la imposibilidad de continuar sin un rincón casero donde compartir penas y alegrías y se lanza al vacío desde su piso cuando el ambiente hogareño se hace irrespirable por el olor a buitre de desahucio.