En un mundo en acelerada transformación --y no pocas incertidumbres--, el comercio es uno de los sectores en los que más impacto tienen los cambios de hábitos y costumbres. La compraventa de productos, bienes y servicios está experimentando una revolución formidable a caballo de las facilidades que la tecnología permite. Estas Navidades, por ejemplo, la adquisición de regalos a través de internet ha crecido el 35%, lo que confirma una tendencia que no hará sino aumentar y que debe espolear al comercio presencial tradicional a repensar el modelo de negocio y las estrategias de ventas.

Las rebajas posnavideñas que empiezan hoy no son ajenas a esta profunda metamorfosis. De hecho, incluso se ha resquebrajado la convención de que el periodo de descuentos empieza, como ha sido tradicional durante décadas, el 7 de enero, porque cada vez son más los establecimientos que lo adelantan unos días. En la semana que ahora termina han sido muchas las tiendas que se han lanzado a la caza del consumidor mediante grandes recortes de precios. Y también esta es una tendencia que parece irreversible, y que para los consumidores debe traducirse en una mejora de su capacidad de compra. El sector lo admite sin ambages: el presidente de la Federación del Comercio de Córdoba, Rafael Bados, señalaba que el de las rebajas ya no es un periodo tan importante para su sector como hace años, y decía que «es un formato que está en decadencia». Quizá por ese motivo los comerciantes cordobeses unen, en su estimación del periodo, las ventas de Navidad y las de las rebajas, calculando que entre ambas habrá un incremento del 5% en la facturación, y alguna mejora en la contratación de refuerzos de personal para los establecimientos. Los consumidores, por su parte, incrementarán algo su previsión de gasto, que en Córdoba sigue lejos de los datos anteriores a la crisis, con 68 euros de media por comprador.

La situación, por mucho que en estos momentos se pueda entender como de recuperación, debe servir también de advertencia, especialmente para los pequeños negocios. El comercio da vida y alegría a las calles de nuestras ciudades y pueblos, y su desaparición, que tanto se notaba a principios de esta década, supone un fracaso colectivo. Es muy cierto que la acentuación de la competencia comercial entraña un peligro para la subsistencia de muchas tiendas de tamaño pequeño y medio. Los poderes públicos no pueden ir contra la corriente liberalizadora mundial, pero tampoco dejar a su suerte a un sector que constituye parte esencial del tejido social de las ciudades. Encontrar un equilibrio justo y razonable no es fácil, pero debe buscarse, so pena de que el beneficio inmediato que para el ciudadano supone tener todo el año rebajas al alcance de la mano acabe convirtiéndose en pan para hoy y hambre para mañana.