Los cordobeses siempre estuvieron orgullosos de su Mezquita y fueron defensores de este monumento, declarado nacional en 1888.

Fue en la década de los setenta del siglo pasado cuando el Ayuntamiento de la ciudad, presidido y promovido por el alcalde Antonio Alarcón, percibió la posibilidad, y sintió la necesidad, de procurar un título de un rango mayor para el monumento, y gestionó la venida a Córdoba del Icomos, departamento de la Unesco, formado por expertos en monumentos y sitios. Coincidiendo con su reunión en Córdoba (28 de abril a 2 de mayo de 1973), el Ayuntamiento hizo una edición limitada y numerada del título La Mezquita de Córdoba, empeño universal .

En 1976, puesta en marcha la gestión de la declaración de Patrimonio de la Humanidad, que llegaría en 1984, el servicio de publicaciones municipal editó en 1976 un libro del canónigo archivero y académico Manuel Nieto Cumplido titulado La Mezquita-Catedral de Córdoba y el ICOMOS que trae hasta nosotros interesantes opiniones del autor y detallada información de la reunión cordobesa del Icomos. Puede leerse en la página 27 que "el interés del Ayuntamiento de la ciudad por la conservación de la Mezquita constituía sencillamente una manifestación pública del sentir popular de los cordobeses a todos los niveles" y pocas líneas más abajo, que "a la luz de estas actitudes y expresiones resulta perfectamente comprensible la postura tanto del Cabildo Catedral como del Concejo municipal de Córdoba al oponerse a la voluntad del obispo don Alonso Manrique cuando éste --que no era cordobés-- determinó contra el parecer de toda la ciudad, incluidos los eclesiásticos, la construcción del inmenso crucero en el interior de la Mezquita en abril de 1523". En la página 28 Nieto reproduce el famoso pregón municipal amenazando con muerte y confiscación a quien tocare la obra musulmana, pregón del que literalmente escribe: "- el 4 de mayo el Concejo redactó el pregón que le ha venido honrando hasta nuestros días". O sea que la destrucción parcial del monumento de arte musulmán --primero de occidente y unos de los mejores del mundo-- y la incrustación en él de la catedral renacentista --que posiblemente no está entre las primeras doscientas de Europa-- solo tuvo como valedores --decisivos valedores-- al obispo y al emperador Carlos V, aunque éste se arrepintiera del destrozo con frase célebre famosa. Es decir, que no era tan disparatado, aunque sí muy discutible, el parecer del que fuera uno de los mejores directores de nuestra Real Academia, el insigne arabista don Rafael Castejón, y del grandísimo arquitecto Rafael de la Hoz Arderius, a la sazón director general de arquitectura, de deshacer el estropicio, desmontando la catedral para llevarla a un sitio adecuado, y reconstruir lo demolido.

No prosperó este criterio, y el Icomos se centró en el estudio de la Mezquita-Catedral como monumento de especial interés por la superposición en él de culturas y religiones diferentes, aunque naturalmente la principal meta fuera el mantenimiento de la pureza de la Mezquita. En aquellos trabajos del los años setenta estuvieron muy activos varios académicos de Córdoba como Miguel Muñoz Vázquez --integrado en la comisión especial--, el insigne epigrafista árabe Manuel Ocaña Jiménez, Juan Bernier Luque --jefe del servicio municipal de publicaciones--, Dionisio Ortiz Juárez --por la Comisión Provincial de Patrimonio Histórico-Artístico--, y el arquitecto conservador de la Mezquita don Félix Hernández, por cierto partidario de la secularización del monumento (Página 41).

Venidos al presente, el 27 de marzo último propuse en nuestra Real Academia, que puesto que se quiere que la institución esté abierta a la sociedad, debía hacerse eco del tema de la titularidad y gestión de la Mezquita, polémico en sumo grado a niveles local, nacional e internacional, incluyéndolo en el orden del día de una convocatoria. Sin ésta y sin mi presencia, en una votación no convocada, la Academia decidió no hacer nada --ni ciclo de conferencias, ni mesas redondas, ni debate, nada de nada--; o sea: entrar en standby , en modo de espera. Pero esta actitud que sin duda asombrará a muchos y decepcionará a más, no es la de numerosos académicos, pues por la titularidad pública de la Mezquita y el respeto a su historia y la conservación de su pureza nos hemos pronunciado públicamente académicos como el de honor Antonio Gala, la destacada correspondiente la cineasta Josefina Molina, yo mismo, y otros varios que han firmado en la plataforma defensora de aquellas ideas, en compañía de personajes tan ilustres como Norman Foster --el famoso arquitecto--, Antonio Muñoz Molina, Caballero Bonald- Creo que ninguno de nosotros ha recibido de la supuesta agresividad morisca ni una palabra ni el menor impulso; ninguno de nosotros está contra la continuidad del culto católico en la Catedral.

* Abogado y escritor