La detención de Rodrigo Rato nos contraprogramó a los periódicos andaluces portadas y titulares que estaban destinados casi en exclusiva a la constitución del Parlamento de Andalucía. Y eso que en Córdoba tenemos el especial interés de Juan Pablo Durán como nuevo presidente de la Cámara, pero así son las noticias: hay días que dan para varias portadas y otros de los que no les hablo.

Hay que admitir que una fotografía de Rato saliendo de su distinguido domicilio escoltado por policías que le empujan la cabeza para entrar en el coche (igual que en las películas) es de un impacto visual casi insoportable. Al menos para mí, que siendo becaria en prácticas quedé impresionada de su aplastante seguridad cuando le escuché un discurso en un congreso que celebró Alianza Popular (para los jóvenes, un partido de derechas que dio lugar al actual Partido Popular) en Almería. Luego no les cuento lo bien que habla este hombre y lo importante que ha sido, como vicepresidente del Gobierno y ministro de Economía, director del Fondo Monetario Internacional (sirva para lo que sirva) y presidente que tocó la campana de la salida a bolsa de Bankia. El mito se nos empezó a caer cuando salió del FMI, lo de Bankia nos dejó patidifusos, lo de las tarjetas blak nos llevó a una honda decepción, pero esto último es que ya no tiene nombre. Que un señor que fue sorprendido por los fotógrafos cuando trasladaba el tendedero de la ropa tras su divorcio --un comportamiento de clase media de manual-- haya podido dedicarse al fraude, blanqueo y alzamiento de bienes es que no nos cuadra.