El racismo cotidiano habita en las sociedades avanzadas, donde son habituales episodios de quienes -a causa del color de su piel- sufren al acoso de un racismo que no es delictivo, en el sentido que no podría denunciarse ante un tribunal, pero que agrede con idéntica virulencia a su dignidad como seres humanos. Es el llamado «microrracismo», que se convierte en una acumulación cotidiana de ladrillos que acaban por construir un día a día de menosprecio con ínfulas de superioridad. Es preciso no banalizar el fenómeno. Como pasa con el machismo, no por el hecho de ser sutil es menos violento. Debe combatirse en todas sus expresiones, por mínimas que sean. Empezando por una educación inclusiva. Para construir una auténtica sociedad sin discriminaciones a causa del color de la piel.