Me gusta pasear por Córdoba prestando atención a lo que palpita en el corazón de mis paisanos. Últimamente he podido observar que las cuestiones que están presentes en casi todas las conversaciones giran en torno al paro, la corrupción y todo lo relativo a la recuperación de la situación económica, el impacto de la ofensiva terrorista que amenaza a la seguridad de los ciudadanos de Occidente, el escenario político en el que se moverá nuestro país y cómo este afrontará el desafío soberanista en Cataluña. Reflexionando sobre todo esto se me planteó la cuestión de que, en realidad, ¿qué nos une a los españoles?

Aún en mi memoria los atentados de París que sembraron en mi corazón emociones contradictorias. Por un lado, evidentemente, el dolor, el asco, el rechazo más absoluto. Pero al mismo tiempo, la reacción del pueblo francés me inspiró una sana envidia (si la envidia pudiera tener algo de sano), encendió en mí una llama de esperanza al ver cómo una nación se levanta y enfrenta al terror con valentía. Esas multitudes cantando La Marsellesa provocan un entusiasmo contagioso. Esas imágenes me trasladaron mentalmente al Café de Rick en Casablanca, en la inolvidable escena en la que todos cantan el himno francés como desafío a los nazis que se enseñoreaban de la Francia ocupada.

Cuando intento imaginar algo así en nuestro país el encantamiento se rompe inmediatamente. ¿Qué cantaríamos nosotros? ¿Silbaríamos nuestro himno sin letra? ¿Eso tiene la misma fuerza? Por supuesto que no. Nos conmueve también ver a los deportistas de otros países cantar su himno antes de un partido o al recoger una medalla en tanto que los españoles solo podemos callar y escuchar con respeto o improvisar una especie de «tachán» para estar a la altura.

El tema de la letra del himno de España es una cuestión pendiente que una legislatura abierta y apasionante como esta puede abordar de una vez por todas. Estamos a las puertas de una Segunda Transición donde los pactos no solo deberían incluir medidas contra la corrupción, un acuerdo por la Educación, el reforzamiento de la independencia judicial, una nueva ley electoral, etcétera. En definitiva después de 40 años de democracia creo que debemos dejar este legado a las nuevas generaciones que no vivieron enfrentamientos ni dictadura y que merecen una letra en su himno.

<b>Isidoro García-Escribano Acedo. Empresario</b>

Córdoba