El estado, que es hoy una institución evidente, no ha sido evidente desde siempre. Al contrario, tiene una historia relativamente corta. El estado tal como lo concebimos hoy en día no nace sino a principios del siglo XIX, a partir de la Revolución Francesa. Antes no había estado, sino los derechos dinásticos de las familias reales. No había estado, había un rey, que tenía derechos sobre un territorio, sobre unos vasallos. El rey absoluto ejercía sus derechos dinásticos con mayor o menor exigencia. En todo caso no existía el estado, existía el rey.

Es a partir de la Revolución Francesa, cuando las sociedades se dotan a sí mismas de una constitución, establecen unas normas de ejercicio del poder. A partir de entonces el nuevo gobernante ya no fundamenta su poder en haberlo heredado en propiedad de su padre (siguiendo la línea ascendente se decía que del propio Dios). A partir de esta época el poder de los gobernantes se fundamente en la constitución que la propia sociedad se ha dado a sí misma por la libre voluntad de los ciudadanos. Este proceso revolucionario se inicia, como decíamos, con la Revolución Francesa en 1798. En España tiene lugar en 1812 con la primera Constitución de Cádiz.

El nacimiento del estado viene además acompañado de la primera Revolución Industrial. La modernas factorías sustituyen a los antiguos artesanos. En torno a los grandes centros de producción industrial aparecen concentraciones de población urbana, que abandonan las zonas rurales para trabajar en la naciente industria. Es así como nace el proletariado, dividiendo a la sociedad en dos grandes clases: los propietarios de los medios de producción y los proletarios.

Estos dos fenómenos, la revolución política de un lado, la revolución industrial del otro, genera una historia apasionante a todo lo largo del siglo XIX. Las viejas estructuras jurídicas y políticas ya no sirven para el mundo nuevo que está naciendo. La historia del siglo XIX está dominada por la lucha entre los conservadores, que defienden los derechos históricos de la antigua aristocracia, y los liberales, partidarios de una sociedad estructurada sobre los derechos individuales de cada uno de los ciudadanos, cualquiera que sea su origen familiar.

En este debate aparece un tercero en discordia: el socialismo. Frente a la aristocracia de siempre y a los nuevos empresarios, asume la defensa de los derechos de los proletarios. Sin entrar en los detalles de lo que fue la lucha del socialismo en favor de los derechos de los proletarios a lo largo del siglo XIX, señalamos que finalmente consigue el control del estado de forma violenta en Rusia en 1917, y una presencia política importante en las democracias de Europa occidental.

Estos son los antecedentes. En el momento actual, se ha abierto un debate internacional entorno a la función del estado. Por una parte, la corriente de pensamiento liberal (lo que en el lenguaje corriente se llama la «derecha») difunde el siguiente mensaje: «menos estado, más sociedad». Por el contrario, las corrientes de pensamiento conocidas en el lenguaje corriente como la «izquierda» abogan por una fuerte presencia e intervención del estado en el sistema económico.

Pienso que el debate no debe plantearse en estos términos antitéticos. Estamos asistiendo hoy a un fenómeno con características similares a lo que ocurrió al final del siglo XVIII. Entonces fueron las monarquías dinásticas las que dejaron de tener vigencia política. Hoy son los estados-nación establecidos los que la están perdiendo desde varios puntos de vista. En algunos sitios como en África, porque nunca han llegado a tener consistencia. La tribu tiene una consistencia socio-política superior a la del estado. En algunos países latinoamericanos, las oligarquías económico-financieras tienen más poder que el estado. En realidad no hay estado, hay un poder que podríamos llamar feudal, el de un reducido número de familias propietarias del capital agrario, industrial y bancario. En otros sitios como en Europa, los estados están cediendo gradual y progresivamente áreas de soberanía a instancias supraestatales.

En el siglo XXI está ocurriendo un fenómeno que tiene cierta similitud al ocurrido al final del siglo XVIII. Entonces se creó la figura el estado-nación para dar estructura política a la nueva sociedad industrial emergente. La discusión entre «más estado, o menos estado», ha quedado rebasada por el fenómeno de la globalización. De la misma manera que la sociedad industrial emergente al final del XVIII, requirió la constitución del estado-nación, hoy día la nueva sociedad mundial emergente requiere la creación del estado mundial.

* Profesor jesuita