Cada vez que transito por la calle Lope de Hoces y contemplo la descarnada fachada de la antigua Zona de Reclutamiento se me cae el alma a los pies. Perdida su función hace años, el antiguo convento trinitario destinado a uso militar tras la desamortización de Mendizábal y la posterior exclaustración, ofrece hoy un desolador aspecto ante la indiferencia de una ciudad que no se conmueve ya por casi nada. El extenso complejo lleva años abandonado a su suerte, mala suerte, y el enfoscado de la fachada se va desprendiendo como atacado por la lepra de la indiferencia, que lo deja malherido con grandes desconchones en los que encuentran sustento las plantas parásitas.

Aún recuerdo los días del sorteo de los mozos, cuando la calle y su entorno eran como una verbena, pues allí se concentraban los futuros reclutas acompañados por novias y familiares con fiambreras, llegados de muchos pueblos de la provincia, todos pendientes del destino militar que les jugase la suerte o la mala suerte. Loteros y vendedores ambulantes aprovechaban aquella concentración para hacer negocio y entretener la espera de los asistentes al sorteo, incógnita que quedaba despejada cuando el militar de turno sacaba a la verja la pizarra con el número y apellido a partir del cual se distribuían los distintos cupos destinados a la Península, islas, Ceuta y Melilla. Eran los tiempos en que el servicio militar --la mili en lenguaje popular-- interrumpía bruscamente los estudios o los proyectos de vida de los muchachos, a cambio de espabilarlos y hacerlos hombres, como solían decir los padres. Estuvo bien poner fin a aquella forma obligatoria de «servir a la Patria» vigente desde 1770, reforma planteada por el ministro socialista de Defensa Eduardo Serra en 1999 y materializada por José María Aznar en 2001, que dio paso, con el nuevo siglo, a un Ejército moderno y profesionalizado, muy bien valorado hoy en las encuestas.

A propósito de la Zona, recuerdo ahora el abandono y posterior derribo de la vieja Noreña, tras años de cierre que originaron su vandálico expolio interior, todo un monumento a la incompetencia y el despilfarro, cuando, antes de dejarla morir ignominiosamente, podría haber acogido usos sociales, como apartamentos o residencia para mayores. Cualquier cosa entes que demolerla a los cincuenta años de su construcción. Otro abandono llamativo --parece que temporal--, en sitio apetitoso por su centralidad urbana, es el Ambulatorio de la avenida de América desde que sus servicios médicos fueron trasladados hace cuatro años al moderno Centro de Salud Carlos Castilla del Pino. Y en corto plazo quedará vacío asimismo el Palacio de Justicia cuando los juzgados sean trasladados a la flamante Ciudad --no entiendo tan grandilocuente denominación-- de la Justicia, que ya muestra su moderno diseño arquitectónico. ¿Se trabaja en dar un uso racional, utilitario y socialmente rentable a esa mole de ladrillo rojo que será desalojada en pocos meses, o sumará otro caso de abandono improductivo?

Cuando Córdoba se fue desmilitarizando con el traslado a Cerro Muriano de las distintas guarniciones del Ejército se desarrolló un ejemplar proceso de cesión de cuarteles al Ayuntamiento, que los reformó y adaptó para usos sociales, culturales o administrativos. Ahí están como positivos ejemplos la Biblioteca Municipal, un parque público y otros servicios en Lepanto; la Gerencia de Urbanismo y Sadeco en Artillería; las diversas entidades sociales acogidas en el antiguo Hospital Militar; la dedicación de Caballerizas a eventos relacionados con el caballo, y la conversión de Automovilismo en una glorieta que articula la modernización viaria de la zona. Pero queda por resolver el caso del antiguo cuartel de la Trinidad, aún perteneciente a Defensa. Sería conveniente buscarle uso útil que devuelva la vida al edificio antes de que su ruina se acelere. Creo que tras una adecuada e inteligente rehabilitación podría acoger un centro de enseñanza, un auditorio para la música o ¿por qué no? el nuevo Museo de Bellas Artes, siguiendo el ejemplo de la Aduana malagueña. La herramienta Google Hearth nos permite hoy sobrevolar la ciudad y apreciar con detalle la gran extensión del antiguo cuartel con su patio interior y las construcciones anexas. Un bocado exquisito en pleno centro urbano, preservado de la especulación inmobiliaria por su calificación como equipamiento en el vigente PGOU. Menos mal. Por cierto que hasta tanto se resuelva su destino ¿no hay una mano caritativa que adecente con revoco y pintura su maltrecha fachada?

* Periodista