Muy bonito el espectáculo del arzobispo de Granada, junto a otros religiosos, tumbados en el suelo ante el altar de la catedral. Lástima que Francisco Javier Martínez no lo hubiera hecho en Córdoba, cuando consintió que permaneciera en su puesto un sacerdote de Peñarroya acusado de abusar de seis niñas y que después fue condenado a 11 años de cárcel por estos delitos.

Cuando se fue de Córdoba, nuestro añorado compañero periodista Alberto Almansa le hizo una entrevista educada pero incisiva, que estos días ha recuperado el programa 'El Intermedio'. En ella se escuchaba muy a las claras el interés que tenía el obispo por ese tema o cualquier otro que no fuera una loa a su persona.

Por eso muchos no le creemos, por muchos aspavientos que haga. Y seguimos escandalizados ante la posibilidad de que en Granada exista toda una trama bien organizada por unos cuantos curas con un alto poder adquisitivo que se rodean de jóvenes y, según las denuncias de dos de ellos, también abusan de ellos. Espero que, si son culpables, esos curas paguen caro haber destrozado la vida de sus fieles. Y que obispos como monseñor Martínez sean relegados de sus responsabilidades por ocultar esas barbaridades.

No dudo de que haya hombres que puedan ser castos pero, en general, la castidad impuesta me parece un disparate y creo que está en el origen de estos casos de abusos a niños. Existen pederastas casados, es cierto, hay seres despreciables en todos los colectivos. Pero eliminar el sexo de la vida humana es como intentar apagar un volcán con un sifón.