En el Diario CORDOBA del pasado 20 de noviembre, se publicaba una carta al director de Javier Cuenca Herreros con afirmaciones sobre la Biblioteca Central que me veo en la obligación de puntualizar.

Ante todo, lamento que el señor Cuenca Herreros tenga esa percepción negativa del personal que trabaja en la biblioteca infantil, tan alejada de la realidad. Si ella se debe a alguna circunstancia concreta, le agradecería muy sinceramente que la comunicara para que los responsables del servicio podamos adoptar las medidas convenientes.

La Red Municipal de Bibliotecas de Córdoba es un servicio bibliotecario dirigido a toda la ciudadanía pero que tiene como objetivo preferente a niños y jóvenes, el sector de la población que se encuentra en pleno proceso formativo. Así buena parte de nuestras instalaciones, tanto en la Biblioteca Central como en el resto de las bibliotecas, se destina a ellos, igual que ocurre con el fondo bibliográfico y, notablemente, con la programación cultural: Hora del Cuento, Clubes de Lectura infantiles y Juveniles, talleres y concursos de narrativa y poesía y Salón del Libro Infantil y Juvenil son algunos ejemplos.

De igual manera, el personal bibliotecario de la sección infantil tiene la formación específica, la experiencia y, sobre todo, la vocación, para facilitar y fomentar la lectura en estas edades tempranas.

Consecuentemente con esto, las bibliotecas o secciones infantiles de la Red Municipal están muy alejadas del ambiente rígido, estricto y silente de la imagen tópica que las representa como templos del saber. En nuestras bibliotecas, además del ruido propio de las actividades culturales y formativas, se habla con los lectores para recomendar lecturas o intercambiar impresiones, los chicos y chicas toman de los estantes cuantos libros estiman oportuno, los más pequeños manipulan los libros para prelectores o escuchan de sus padres las historias que encierran esos cuentos. Ese es el escenario que perseguimos y el que cualquier ciudadano puede apreciar de forma cotidiana.

No obstante, no todos los usuarios de la biblioteca son siempre conscientes de la conveniencia de mantener ese ambiente y observamos casos de padres y madres que "aparcan" a sus hijos en la biblioteca sin interesarse por lo que hagan en ella, personas que no tienen rubor en dejar sonar sus teléfonos móviles al máximo volumen o mantener conversaciones a voz en grito; colegiales que encuentran nuevos usos para los libros convirtiéndolos en armas arrojadizas... Afortunadamente, se trata de casos puntuales, pero que no por ello hay que ignorar. El bibliotecario, con el mayor respeto y tacto, debe entonces intervenir, no solo porque esos comportamientos deterioran el espacio de convivencia que debe ser la biblioteca; no solo porque esas actitudes nada tienen que ver con el desenfado que debe reinar en un ambiente de animación a la lectura; sino también, y sobre todo, porque en las bibliotecas, como en todo espacio social, los niños y jóvenes también han de aprender a ser ciudadanos.

Rafael Ruiz Pérez

Director de la Red Municipal de Bibliotecas de Córdoba

Córdoba