De un tiempo para acá se han puesto de moda modistas y costureras, creadores y diseñadores del hermoso oficio de componer trajes y vestidos, y otros complementos. En nuestros pueblos eran muy frecuentes los afanados sastres y las primorosas costureras, que van quedando, desgraciadamente, cada vez menos. Ciertamente, la mayoría de las mujeres tenía un alto conocimiento de coser, botonar, zurcir, remendar y apañar a los hijos con modestos vestiditos blancos, de perfecto acabado y bien planchados, a más, de los muchos lavados y arreglos que tendrían en su larga vida; con esas prendas nos hemos vestido más de un hermano, y es que la ropa es lo primero que se hereda de hermano mayor a menor.

Pues bien, ahora esa tradición costurera, con un poquito de glamur y estrategia publicitaria, mueve suculentos ingresos y trabajos diversos. El diseño es un proceso de imaginar, de ver más allá, tan solo una palabra mágica, modelo. Un modelo que guste o despierte admiración, realizado con las técnicas de siempre, medida, patronaje, corte, confección y punto personal de conmoción artística.

El Guadalquivir ha visto por sus orillas túnicas romanas, velos andalusíes, capas de caballeros, jubones de truhanes, faldas de lavanderas y paños menores junto a desnudos pictóricos de Romero de Torres. De Palma del Río partió hace años un joven de nombre José Luis Rodríguez Caro, que con el tiempo se convirtió en Victorio, diseñador pareja artística de Lucchino. Ahora, otro joven de Posadas, Alejandro Palomo, vuela alto por pasarelas y programas de televisión como Palomo Spain. Cuánto arte soñado en este valle verde, junto a Sierra Morena en el inmenso cielo azul de los sueños. Por Fuente Palmera los diseñadores visten novias, novios, padrinos y a todo el que se tercie celebración con mucho estilo. Allí me compré yo el traje nupcial. Y en Palma del Río lleva tres años funcionando Disoñamos, un proyecto por y para diseñadores. Es nuestro tiempo entre costuras.

* Historiador y periodista