Menos mal que el pueblo no está tan desquiciado como quien le gobierna. Me temía lo peor después del comunicado de los de la boina y la capucha de nazareno, que tantas euforias y lagrimeos de autocomplacencia ha provocado. Pero, ya digo, menos mal que el pueblo no traga: en el gran reportaje de este periódico el domingo, miembros de asociaciones y movimientos ciudadanos coinciden en que, pasada la satisfacción por el comunicado de ETA, una mínima reflexión les hace desconfiar porque no hay disolución, entrega de armas, petición de perdón, etcétera. El 28 de marzo de 2006 titulé mi columna Publi-boina con ocasión de otra aparición autopublicitaria (publicidad engañosa, la tildé) de los nazarenos de la chapela. Lo que vino después, con más muertos, dio la razón a los que desconfiamos entonces; aunque ojalá esta vez nos equivoquemos. Podemos equivocarnos, sí, porque los malos, encarnados en Bildu, han tocado sillón, alcaldías, concejalías y hasta presupuesto, y ya se sabe que la funcionarización calma mucho los ánimos y es la más eficaz arma contrarrevolucionaria.

Pero los políticos en el Gobierno han perdido otra oportunidad de dejar de hacer el ridículo. En vez de tanto lagrimeo demagógico y electoralista podían haber reflexionado un poquito y demostrado la sensatez en sus declaraciones de la que, ya digo, ha hecho gala el pueblo.

Hasta su Alteza el Príncipe se puso sentimental, allá él. Menos mal que Rosa Díez, Rajoy (éste, en estas páginas el domingo) y las víctimas lo han dejado bien claro: Bien, sí pero no.

*Profesor