Al día siguiente de la victoria de Pedro Sánchez en las primarias internas, el PSOE dispone de nuevo de un liderazgo legitimado por las bases pero aún contestado por el aparato orgánico casi en pleno. De los pasos que den tanto el equipo del ganador como sus detractores hasta el congreso federal de junio dependerá que el partido pueda abrir de verdad una nueva etapa, marcada por la cohesión y la moral de victoria, o que se precipite otra vez en el pandemónium de rencillas que detonó su implosión.

Sánchez tiene a su favor la rotundidad de su triunfo, con más del 50% de los votos y diez puntos más que Susana Díaz. Pero ni el favorable recuento ni la épica de su discurso bastarán para edificar un nuevo PSOE. Si, como aparenta, las penalidades de los últimos tres años lo han hecho madurar psicológicamente, el secretario general electo no debería repetir los errores que cometió cuando lo era en ejercicio. Dar rienda suelta a las ansias de revancha que puedan albergar sus partidarios supondría dilapidar el capital político otorgado por la militancia. Los liderazgos se ganan en las urnas, pero se forjan en el día a día. Es la hora de la magnanimidad, la integración y el pragmatismo. De suturar las heridas y recobrar las confianzas personales perdidas. De tender la mano sin pasar factura por unos enfrentamientos pasados que, de reeditarse, sellarían el acta de defunción de un partido más que centenario.

Pero tan importante como saber ganar es saber perder. Tras la gélida reacción de la noche del domingo, achacable al impacto emocional de la derrota, la presidenta andaluza ha tendido la mano apenas doce horas más tarde: «Ahora lo que toca es arrimar el hombro» y «ayudar y apoyar a Pedro Sánchez», dijo ayer Susana Díaz a su llegada a Sevilla. Y los barones que la respaldaron deben poner también lo mejor de sí mismos para zanjar una guerra que ha desangrado al PSOE. A todos ellos les ha pasado factura el comité federal de octubre y la abstención que posibilitó la investidura de Rajoy. Despreciar el descontento de las bases tachándolo de populista es un lujo que no puede permitirse en la actualidad ningún dirigente democrático, pero igualmente es preciso tener en cuenta que hay casi un 50% del PSOE que ha respaldado a los perdedores.

Primero Sánchez, al que corresponde dar el paso como ganador de las primarias, y luego Díaz y Patxi López, deberán demostrar altura de miras y anteponer el interés del país y del partido a los egos y los ajustes de cuentas.

En cuanto a Susana Díaz, su respaldo en Andalucía ha sido muy elevado (el 63,2%, el 68% en Córdoba), por lo que, en principio, su posición no tiene por qué verse cuestionada. Tras el congreso federal de junio se celebrará, en julio, el de Andalucía, al que se espera que presente su candidatura. Será el momento de evaluar si lo ocurrido en estas primarias le puede pasar factura en su tierra.