En varios sitios del Evangelio existen presentaciones globales de Jesús. En la anunciación se le dijo a María que a su hijo «se le daría el trono de David, y que su reino no tendría fin» (Lc 1 32 33). Unos meses más tarde el ángel le habla a José de que su esposa dará a luz un hijo «que salvará al pueblo de sus pecados» (Mt 1 21). El mismo día del nacimiento de Jesús los pastores reciben de parte del cielo el mensaje de Navidad: «gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres» (Lc 2 14). El anciano Simeón, al mes y medio de su nacimiento, dice de él que «está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción, a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones» (Lc 2 34 35). Por último, antes de empezar su actividad pública, es presentado en la orilla del Jordán, ante la expectación de los que buscaban el bautismo de Juan, como el Hijo amado de Dios, en quien Dios se complace (Mr 1 11). En total, cinco presentaciones globales de la personalidad y figura de Jesús de Nazaret.

Reuniendo en una síntesis los distintos aspectos que subrayan estas presentaciones, podríamos dibujar un perfil de lo que la Escritura pretende transmitir sobre la personalidad de Jesús de Nazaret: es un enviado de Dios (su Palabra, su Hijo), trae un mensaje de salvación y de paz, mensaje que el mundo no aceptará, pero quien lo acepte tendrá la luz y la vida..

Ninguna de estas presentaciones es puesta en labios de propio Jesús. Siempre son referencias hechas por terceras personas acerca de él.

Existe una escena en el evangelio de Lucas en que Jesús da una definición de sí mismo. Jesús vino a Nazaret, donde se había criado, y, según la costumbre, el sábado entró en la sinagoga. Se levantó para hacer la lectura, y leyó estas frases de Isaías: «El Espíritu del Señor está sobre mí. Me ha enviado a predicar a los pobres, la Buena Nueva, a proclamar la liberación de los cautivos, dar la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos, y proclamar el año de gracia del Señor». Enrollando el volumen, lo devolvió al ministro, y se sentó. Todos los ojos estaban fijos en él. El comenzó diciendo: «hoy se ha cumplido esta Escritura» (Lc 4 10 21).

No es sólo una diferencia de forma lo característico de esta autodefinición (el que sea el propio Jesús el que la pronuncia), estimo que hay también unas ciertas características diferenciales. la expresa alusión a los pobres, a los presos, a los ciegos, a los oprimidos. Jesús se presenta a sí mismo como un portador de esperanza para todos aquellos a quienes la vida les ha dado suficiente motivo para perderla. Las palabras de Isaías que Jesús se aplica a sí mismo no se refieren a la compensación que en el «más allá» recibirán los que ahora son unos desgraciados. Lo que Jesús está asumiendo como proyecto propio es traer la libertad, la justicia, la alegría a los que no la tienen.

Esta actitud de Jesús ante la problemática de los hombres, lo situó con un doble tipo de relación: por una parte, la gente quedó impresionada por la libertad e independencia con que abordaba los problemas, se comentaba que «enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas» (Mt 7 29). No era un repetidor de frases hechas, de tópicos y convencionalismos. Cuando le enfrentaban a situaciones comprometidas, y fueron bastantes veces, respondió siempre como quien ha pensado por su cuenta, sin sentirse cohibido por el hecho de que a ciertos hombres poderosos, bien situados, bien vistos, les pareciera peligroso o audaz lo que respondía. Llegó, incluso, a darse el caso de que las autoridades de la capital enviaron guardias para detenerle, pero estos una vez en el lugar de los hechos no se atrevieron a prenderle porque «jamás un hombre ha hablado como habla este hombre» (Jn 7 46).

Al cabo de los siglos y las generaciones, esta misma dialéctica a que se vio sometido Jesús está vigente en la manera como la Iglesia Católica se enfrenta con las situaciones de la sociedad contemporánea. En la medida en que la Iglesia ofrezca la imagen de censor moral, inclinada a regular la conducta de los ciudadanos utilizando el recurso a las leyes civiles, no podrá despertar la adhesión ni la credibilidad que despertaba Jesús de Nazaret. Por el contrario, lo que, lógicamente, debe esperarse de ella, de quienes se autoconfiesan sus miembros, sean clérigos o laicos, es su posicionamiento a favor de la justicia, de la verdad y de la paz. Que pueda decirse de ella, lo que Pedro dijo de Jesús, como resumen de su vida «pasó por el mundo haciendo el bien».

* Profesor jesuita