Cuando el presidente, Frank Walter Steinmeier, con traje negro incluida la corbata, entró en un salón del palacio de Bellevue en Berlín, equivocó a quienes veían la escena por televisión. Pensaron que alguna personalidad insigne había fallecido e iba a pronunciar el habitual discurso necrológico. No era eso, pero lo parecía. Sus palabras expresaban preocupación. Las tres formaciones políticas, CDU/CSU, FDP y Los Verdes, no lograban ponerse de acuerdo para formar Gobierno; algo inédito en la República Federal. El mal recuerdo de la República de Weimar, caos y desgobierno, pesaba como una losa en las palabras del presidente. Dijo que Alemania debería estar por encima de los intereses partidistas y que trataría de convencer a los presidentes de las tres formaciones políticas para que se impusiese la responsabilidad. La escena, con efluvios funerarios, también era inédita para mí. Asistí a varias elecciones federales y nunca surgió un problema parecido. Nunca hubo mayorías absolutas pero allí estaba siempre Hans Dietrich Genscher líder de los liberales, incombustible como ministro tanto en gobiernos CDU como SPD. Su partido era la llave que abría las puertas al nuevo Gobierno, unas veces a uno y otras al contrario. Y años más tarde cuando el FDP ni siquiera lograba entrar en el Bundestag, surgía la Gran Coalición CDU/SPD. Los liberales resucitaron pero la CDU/CSU necesita además a Los Verdes. El líder del SPD, Martin Schulz contrario a repetir la Grosse Koalition, se ve presionado por su partido en favor de repetir gobierno con la señora Merkel. Por el bien de Alemania.

* Periodista