Un novedoso programa, primo hermano de otro no muy lejano del cual no me perdí palabra como no me la perderé del nuevo, cualquiera que sea su protagonista. No quiero ser cera para moldear a placer de nadie. Mi voto me pertenece, y no lo puedo dejar a merced de vientos huracanados que soplan en distintas direcciones con el peligro de ser llevado a la deriva. Las mencionadas familias con sus preguntas, a un candidato, prácticamente quedaron reducidas a más de lo mismo, una cantinela de respuestas que hasta los más pequeños podrían contestar: ambigüedad, salir por los cerros de Úbeda y poco más. Suelo pensar y decir que creo más en las mentiras que yo me cuento que en las verdades que me cuentan los demás. Y me cuento, y me creo que somos, que son los políticos, vendedores de palabras y que sin concretar nada ¡venga promesas y más promesas que luego vendrá el tío Paco con las rebajas! Y me creo y me cuento, que el más gritón, a mí, al menos, no me convence por su soltar la lengua y prometer sin límites. Y me cuento y me creo que preguntas, respuestas, etc. todo son programas concertados, encorsetados, faltos de frescura y espontaneidad y, entre tanto, los problemas del bolsillo quedan en el aire. Mis preguntas y repreguntas, exigiendo certificado con acuse de recibo, serían estas: ¿qué van a hacer con la educación, con la sanidad, la vivienda, los jóvenes que se buscan la vida lejos? ¿Qué van a hacer con los mayores que no pueden pagar, medicamentos, luz y apenas alimentos? Yo -como dice no sé quién-, no pido que me den, sino que me pongan donde hay. Indigna la ligereza de promesas que, por experiencia. sabemos no se van a cumplir. Con mi voto se juega y con palabrería, menos. Programas que se cumplan y no lucha de sillones que más o menos, es lo que. claramente, se ve entre la hojarasca de promesas. H

* Maestra y escritora