Cuando yo era chico siempre estaba en la calle. Recuerdo noches de la Fuensanta en la que alrededor de treinta renacuajos contábamos estampas de futbol que, con trucos en las apuestas de los montones, habíamos timado a los niños de la Avenida Barcelona que para nosotros eran más inocentones. Soy del 72, así que podéis imaginar la época; los ochenta puros y duros: las calles brillaban de niños y a la vez, se oscurecían por las drogas que hacían estragos en nuestros vecinos mayores. Hoy ya la vida ha cambiado y no hay niños en estado natural: horarios tasados, juegos controlados y actividades lúdicas prescritas. Hasta las pachanditas de fútbito entre calles, sin control y a naranjazos para el equipo ganador, han desaparecido para llamarse escuelas de fútbol sala que hieren la creatividad, pero también son cívicamente más educadas. Los ochenta fueron en muchos aspectos muy malos, incluso peores que la posguerra donde había hambre, pero no infinidad de muertes absurdas por sobredosis. El transcurso de los años hizo desaparecer la heroína gracias a la experiencia de ver muerto a tanto colega que podría haber sido futbolista. Pero no esperábamos la generalización imparable de un demonio aparentemente menor pero igual de perjudicial: el cannabis. Hoy el más tonto te hace un porro en una escalada peligrosísima no solo por las lesiones cerebrales que se evidencian en la lentitud de la capacidad de reacción cuando se supone que la persona está más viva sino porque significa una descarada ante sala de la cocaína, la infelicidad camuflada de polvo blanco. La tardo infancia es el momento de forjar un buen chico. Allá por 1983, gracias a Dios cayó en mis manos un libro que encontré mientras escalaba las murallas del Arcángel para ver al Córdoba. Pregúntale a Alicia trataba el diario de una chavala que se acerca a las drogas y termina muriendo frita por la traición de unos vicios que se presentaron como amigos. En mí ese tomo fue una bendición y por eso te lo ofrezco a ti. Porque, aunque los tiempos cambien, la droga sigue siendo una ruina.

* Abogado