Falleció el 5 de julio, en Roma, a los 80 años, Joaquín Navarro-Valls, tras haber luchado contra un cáncer de páncreas. Fue durante 22 años portavoz del incansable Juan Pablo II y, por eso, su ausencia merece no solo los elogios de sus compañeros periodistas, sino un recuerdo especial que nos haga reflexionar sobre sus cualidades, sus claves y, sobre todo, su fidelidad como portavoz de un hombre que irradió al mundo la grandeza de su misión apostólica. Hay dos momentos protagonizados por Navarro-Valls, especialmente importantes, que él mismo nos ha narrado: el primero, en 1984, cuando Juan Pablo II lo llamó para ser el director de la Oficina de Prensa del Vaticano. «Un día recibí una llamada telefónica: Tiene que ir usted a almorzar con el Papa. Naturalmente le dije a mi secretaria: Llame usted al Vaticano porque alguien me quiere tomar el pelo. Llamó y le confirmaron que sí...», recordaba el histórico portavoz. Juan Pablo II quería saber cómo comunicar mejor y dio con el hombre que lo hizo, un periodista que marcó para siempre el estilo de la Sala de Prensa de la Santa Sede. Otro momento importante de su vida fue aquel en el que a Joaquín Navarro-Valls se le quebró la voz: cuando tuvo que dar el último parte médico relativo a la salud de Juan Pablo II. Veinticuatro horas después fallecía el Papa polaco y se marchaba, más que un jefe para el que había trabajado durante 22 años, un amigo inseparable. En la Ciudad Eterna, el portavoz de la eterna sonrisa atesoró muchos y muy buenos amigos que se acercaron a despedirle y darle su último adiós. Su hermano Rafael, prestigioso jurista, lo definió como un hombre «extraordinariamente fuerte, extraordinariamente valiente y extraordinariamente inteligente». Y el vicario general de la Prelatura del Opus Dei, Mariano Fazio, en la homilía del funeral, subrayó que Joaquín «era un hombre de fe y durante toda su vida procuró ser consecuente con lo que creía». Y enumeró tres rasgos que resumen «una vida plena, lograda, llena de amor a Dios y servicio a los demás: lealtad, profesionalidad y don sincero de uno mismo». Por todo esto queremos dedicarle esta columna de recuerdo.

* Sacerdote y periodista