Ha fallecido un ertzaina (llamado Inocencio Alonso, que en paz descanse) durante los disturbios ocurridos antes del encuentro disputado entre el Athletic de Bilbao y el Spartak de Moscú. Sí, ya sé que se dirá que los ultras rusos eran unos vándalos (y lo son) y que no representan al fútbol, pero lo que es innegable es que este tipo de gentuza venía a ver un partido de fútbol, no uno de rugby o de tenis, y no una obra de teatro o un concierto de ópera. Venían al fútbol. Mucha gentuza va al fútbol y se encuentra cómoda en él. ¿Por qué? Buena pregunta, ¿eh? Se encuentra cómoda, por ejemplo, porque el fútbol genera rivalidades insanas en las que se ve como (casi) normal que una afición insulte a otra o al árbitro, que se hable de un acontecimiento deportivo como si fuera una guerra, una batalla en la que hay que ganar como sea. La gentuza está cómoda porque en el fútbol ve actitudes con las que se identifica: un jugador al que las cámaras cazan insultando, otro que finge para ganar en vez de ser honesto. Los impresentables ven que el fútbol, demasiadas veces, alimenta su deseo de seguir siendo gentuza; ven que el fútbol no les da motivos para reflexionar sobre su mísera condición. Inocencio Alonso ha fallecido; eso, tristemente, no va a cambiar. Pero podemos intentar (de verdad) que el fútbol no siga siendo un espacio en que la falta de valores habita placenteramente.