Soy abuelo y vecino de Fátima, me cuentan muchas cosas, me gusta contar historias, pero también que me las cuenten a mí. Aquí muestro algunas: los amigos de mi nieto dicen que tienen que lavar los balones tras jugar a baloncesto. Las manos se quedan impregnadas de un polvo negro aceitoso (parecido a la plastilina derretida). Mis vecinos y vecinas cuentan que en los balcones, cuando se limpian, encontramos la misma sustancia. Eso lo respiramos todos, cuanto más colegios y viviendas cercanas.

La empresa cementera lo llama valorización, pero en términos químicos no deja de ser una combustión, con desprendimiento de sustancias tóxicas para la salud. En mayo de 2016 hubo un incendio en Seseña, ardieron neumáticos y desalojaron viviendas y colegios cercanos. No más cercanos que en el barrio de Fátima, con colegios incluídos. Estamos sometidos a una exposición prolongada de estas quemas. Suelen ser nocturnas, pero el otro día se hicieron por la mañana.

En la vecindad y por tanto en los colegios cercanos hay muchos casos de alergia y enfermedades respiratorias. Vecinos de Fátima y Valdeolleros combrueban como la pintura de los coches que no se guardan en cochera está deteriorada por efectos corrosivos del cemento. No pido el cierre, ni mucho menos el despido de trabajadores, ya que tanta falta nos hace el trabajo en Andalucía pero sí el traslado de la Cementera.