Al mismo tiempo que la UE amenaza con sanciones el gobierno polaco por no respetar la separación de poderes, este avanza una casilla más en su deriva autoritaria y declara que serán objeto de cárcel quienes relacionen a Polonia con el Holocausto.

Esta sí que es buena. Resulta que cuando por otros pagos la mentira es aceptada como estrategia política (fake news) y la opinión en figura tan ambigua como el delito de odio, la verdad histórica, vivida y padecida por innumerables testigos y víctimas, documentada exhaustivamente, puede llevarte a la cárcel de Polonia.

Negar la relación entre Polonia con el Holocausto es como negar que la tierra gira alrededor del sol. De los muchos campos de concentración en Polonia destaca Auschwitz (el Oswiecim de hoy). Quien haya visitado esta ciudad habrá observado que a cuatro kilómetros se extendía el campo de exterminio y se alzaban las fumarolas de los hornos crematorios. ¿Nadie vio nada ni olió la carne chamuscada?

De los innumerables sucesos en los que fueron víctimas los judíos polacos podemos elegir el pogromo de Jeswabne en 1941 donde, para decirlo en cifras, 1.600 polacos eslavos asesinaron a 1.600 judíos polacos.

En su libro Vecinos (Ed. Crítica, 2002) Jan T. Gross señala que los nazis pudieron haber ayudado a crear el clima de odio y de impunidad, pero que fueron los eslavos polacos los que mataron a los polacos judíos. Una matanza étnica entre vecinos. Las fuentes son abundantes y los motivos varios. Desde el primer informe de Szmul Wasersztajn en 1945, a los testigos de los juicios de Lomza en 1949 y 1953, al volumen de memorias de los judíos testigos oculares en 1980, al documental de Agnieszka Arnold en 1998 de testigos polacos, hasta al mismo Gross, que escribe haber «tenido ocasión de hablar de lo ocurrido con varios habitantes de Jedwabne». Y este comentarista en fin, que en el par de años que viví en Varsovia me di una vueltas parloteando con las gentes y pude apreciar la incomodidad del tema, pero no su negación. El semanario Wprost publicaba una encuesta en 2004 en la que el 40% de los polacos encuestados afirmaban que el país seguía gobernado por los judíos, precisamente cuando, de los 3.500.000 judíos que habitaban Polonia antes de la invasión de los nazis, solo quedaba en el país una comunidad de 5.000.

La percepción en su momento era diferente y grave. Dos ejemplos entre cientos. Para Jan Karski (El problema judío en Polonia bajo la ocupación) , los polacos vivían en 1947 bajo el efecto «de la desmoralización de la sociedad por su connivencia con el invasor nazi». Y para el destacado intelectual polaco de posguerra, Vincenty Bednarczuk, los pogromos de Caravocia y Kielce «señalan con claridad un error moral que toca el fondo del ser colectivo. No es una cuestión política ni económica... Es un problema moral puro y simple. Es ahora a los polacos a los que hay que salvar de su miseria moral y su muerte espiritual». El pogromo de Kielce marcó el «Nunca más» y la salida de los judíos supervivientes de Polonia después de 800 años.

El gobierno polaco de Kaczynski pretende pues hacer desparecer el hecho histórico, convirtiendo en delito su memoria. Salvando las distancias, es como si en nuestro país se castigara relacionar el fascismo con las fosas comunes de los fusilados en la guerra civil.

* Comentarista político