La política tiene en común con la literatura que las dos han de proveer un futuro mejor para la especie humana. Así de simple y así de trascendente. Por eso políticos y escritores --de los buenos, claro-- a lo largo de la historia han influido en el rumbo de la humanidad. De hecho, muchos de ellos han acabado de la mano incluso perteneciendo a siglos distintos. Pero a mí, siempre me ha llamado la atención una circunstancia que los ha diferenciado hasta el punto de la injusticia: lo fácil que en términos generales es para los primeros ganarse la vida y lo difícil que es para los segundos. Esto, por supuesto, tiene una consecuencia positiva, y es que en el caso de los escritores son todos los que están, pues manda la vocación y en el caso de los políticos no son todos los que están ni están todos lo que son. Por supuesto, a los primeros no podemos votarlos y a los segundos sí. Pero aun así, en el caso de estos últimos el votarlos no nos garantizaba en Andalucía que fueran a ser solo políticos, sino que podían llegar a ser políticos al cuadrado. O sea, alcalde y diputado. El Constitucional ha venido a avalar la ley que impide simultanear los dos cargos. En nuestra comunidad son siete políticos, siete, los que van a tener que elegir entre un cargo y otro. La sentencia está bien fundamentada por el magistrado Antonio Narváez desde el punto de vista jurídico, como debe de ser, pero la otra, la de los ciudadanos, lleva dando bandazos desde hace demasiado tiempo, pues en buena lógica en buen quehacer, cuando uno es alcalde o parlamentario a dedicación plena, en toda la extensión positiva del concepto, no tiene tiempo ni de rascarse y menos de hacer doblete. La sabiduría popular dice que para perpetuarse hay que plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro. Esto último en los tiempos que corren se ha cambiado por ser político, al menos ya no al cuadrado.

* Publicista