Está claro que nuestros políticos son hombres y mujeres totalmente identificados con las redes sociales; se mueven con idéntica y nerviosa velocidad porque necesitan consumir y construir novedades en todo momento. Están poseídos por el titular escandaloso y su afán principal es fabricarlo mejor que el contrincante.

Así, la oposición de Podemos no se permite siquiera disfrutar una semana más del espectáculo que proporciona Cifuentes al deshacerse en el sulfúrico de sus mentiras y extrema soberbia arrabalera, sino que algunos de sus primeros generales se afanan en la preparación de un golpe de mano contra Pablo Iglesias urdiendo un pacto Errejón versus Bescansa que descubre la primera al explotarle la prueba de la vendetta en las redes. Un traspiés enorme (la traición desvelada daña más que la que se consuma) que ha aprovechado Iglesias para hacerse de nuevo con el control total del partido, exhibiendo en ello los reflejos políticos del mejor discípulo de Maquiavelo: la cobra muerde a cámara lenta a su lado.

Aunque los morados no caminan solos en esta carrera generalizada a lomos de la impaciencia y la estulticia. Al hombre que dirige a los socialistas madrileños, un desconocido que lleva toda la vida en ese partido, no se lo ocurre bobada mejor que ofrecerle («en broma, de una manera informal, jaja») encabezar la lista de los socialistas a la Alcaldía de Madrid a Manuela Carmena, su contrincante principal en las urnas.

Pero es que el mismísimo Montoro --el hombre que gobierna este país a pachas con el presidente Rajoy-- asevera, y persiste en ello, en una entrevista amable en El Mundo «que no se han gastado fondos públicos en el procés». Vamos, como si estuviera empeñado en dejar en pelotas al juez Llanera, que lleva desde la sala II del Supremo el expediente catalán más difícil, y mantiene en prisión (o en busca y captura) a un puñado de independentistas amotinados, al sostener (cree tener pruebas) lo contrario que el custodio del Tesoro.

Como se ve, un pandemónium político. Es difícil recordar un tiempo de políticos tan mediocres y deseosos de selfis como el que padecemos en este país. Hasta Albert Rivera dice que se da de baja ¡en la UGT! y Pedro Sánchez y Susana Díaz se dedican sonrisas en la feria de Sevilla.

Mas, si todo lo relatado no fuera de tremendo susto, sucede que Felipe González, entrevistado por Jordi Ëvole, afirma que los independentistas catalanes encarcelados «deberían estar en la calle hasta que sean condenados a una sentencia firme». Y nadie rechista. ¿Pero PP, PSOE, Ciudadanos y otros no vienen sosteniendo lo contrario en los últimos meses?

El fuerte malestar político, tan innegable («el Gobierno aguanta aún porque la economía tira» es una opinión generalizada) lleva a que un número crecientes de analistas y politólogos sostengan que el Gobierno del Partido Popular no debería mantenerse por mucho más tiempo, que lo razonable sería ir a elecciones generales en mayo coincidiendo con todas las demás. La Moncloa, que conoce y teme este clima de opinión creciente, se empeña en cerrar como sea los Presupuestos con el PNV, pues sin ellos difícilmente aguantará mucho tiempo. Y si pacta con el PNV, ¿qué precio pagaremos todos?

* Periodista