El pasado lunes 5 de junio asistí a la presentación de un poemario en Pola de Laviana (Asturias) que al parecer forma parte de una trilogía dedicada a la «poesía social»... ¡Qué cierto aquello de que la curiosidad mató al gato! Con lo bien que estaba yo en casita ¿quién me mandaría meterme en estos lances?

El autor, de cuyo nombre quiero olvidarme, es nativo de Oviedo, pero casualmente (o no) está afincado en Córdoba. Me pareció no una feliz coincidencia, sino una coincidencia a secas... Yo provengo de esa ciudad mal que me pese, porque Córdoba la más de las veces se me hacía (y hace) agotadora por razones varias... Aun con todo, sigo recomendándola para visitar y vivir. Córdoba tiene mucho que ofrecer a quién tenga a bien pasar por allí... Ha mejorado con los años... Y los cordobeses practican aquello de «vive y deja vivir» con más salero que arte, la verdad, pero al menos no hacen daño a nadie. Y en todo caso, se lo harían primero a sí mismos, que al cualquier visitante.

«A lo que vengo», el poeta en cuestión (de renombre y curriculum a priori intachable, poética y literariamente hablando) ha dedicado su trilogía a eso que dan en llamar «poesía social»... A mí, que también escribo (aunque sin renombre ni brillo mediático alguno), lo social no se me hace poético por más vueltas y metáforas que le doy... En lo social practico aquello de «al pan, pan... y a lo canalla, luz y taquígrafos». Pues a ello voy... El tal autor, al parecer ahora está involucrado en eso que dieron en llamar Centro de Arte Contemporáneo, que no es más que una mole al otro lado del Guadalquivir (pasado el puente del Arenal) en la que se gastaron un pastizal con la excusa de hacer visible el arte contemporáneo en Córdoba. Y que luego han dejado años en el más absoluto de los olvidos y abandono (entre todos lo mataron y él solo se murió) hasta hace poco tiempo.

Y nos deleitó (para gozo de algunos y sorna de otros) con algunos de sus poemas salidos de tan insigne mente... Alguno, por cierto, dedicado a esa ciudad (no de mis amores precisamente) que hasta hace un año habité toda mi vida... Y dejé (casualmente o no) por Oviedo... No sin antes pedir disculpas al público asistente por si entre parida y parida --perdón, entre página y página-- se le escapaba algún vocablo indigno (lo de indigno lo digo yo, no lo dijo él, pero atisbé no muy buenas intenciones al respecto) de los que gastan los cordobeses... «ahora he tenido que aprender a decir eso de ‘niño chico’ cuando de toda la vida había dicho ’guaje’, en fin», apostilló... El Granadal (dónde conviven un puticlub, un tanatorio y una sede sindical ) es protagonista de uno de sus escritos... Las cofradías con sus interminables denominaciones, también...Y las corridas de toros (aquí apoyo la moción, y no por conveniencia ni connivencia , sino por pura humanidad con tal salvajada). Lo de las vírgenes de Córdoba se lo ahorro a la audiencia para no herir sensibilidades...

¡Ay, ay, ay!... Pues sí, en Córdoba hay Vírgenes... Muchas. Pero oigan, en Oviedo más gaitas hay...Y al menos allí se sacan una vez al año. Aquí cualquier excusa es buena para sacar las gaitas y los bollos preñaos (bollo de pan de tamaño más o menos grande con un chorizo dentro) a la calle... ¡Y yo tan encantada, por cierto!

Al finalizar el recital no hubo turno de preguntas... Lástima. Pero sí me volví hacia los que estaban sentados tras de mí y rieron sus «poemas» de buena gana... «¿Son ustedes amigos suyos?», pregunté. Afirmaron. «Pues díganle después que había en la sala una cordobesa». Indescriptible la cara del amigo... Eso sí que era un poema. «¡Bueno, os han infiltrado allí!», dijo el amigo en cuestión casi como disculpa. «No pasa nada --apostillé-- los 45ºC a la sombra me van a hacer el trabajo sucio».

Curiosamente, antes de salir de la sala preguntó con cierta preocupación: «¿Cómo se ha enterado de la presentación?». «Estuve aquí en otra presentación». Y me miró aliviado.

¿Quién dice que esto no iba a llegar a Córdoba?

A la mañana siguiente, vía telemática, le envié un diccionario de habla cordobesa. Para que no le falte material, dije...

Se me olvidó rogarle que, en la medida de lo posible, lo utilizara con clase, tacto y elegancia... Porque una cosa es la crítica, incluso la crítica mordaz. Otra bien distinta el desprecio... Y la otra tarde, percibí sobre todo desprecio. Será que no estuve a la altura de las circunstancias... ¡Sus circunstancias!

¡Compréndame señor Campal, vengo de vivir en Córdoba toda la vida!... No doy pa más...

* Poeta a tiempo parcial