Del barómetro elaborado por Gesop que publicamos hoy se desprenden dos grandes conclusiones. La primera es que Podemos, la fuerza emergente desde su irrupción en las elecciones europeas, consolida sus expectativas de voto y es capaz de ganar las elecciones generales. La segunda conclusión es que el final del bipartidismo y la división del electorado en tres grandes bloques puede dificultar enormemente la gobernabilidad, pero, en este supuesto, la mayoría se opone a que la solución sea un pacto entre el PP y el PSOE.

Los datos de voto estimado darían aún la victoria al PP (26,1%), seguido muy de cerca de Podemos (25,6%) y relegando al PSOE al tercer lugar (19,8%). En realidad, se trata de un empate técnico en la cabeza, pero la gran mayoría de los demás indicadores favorecen a Podemos, por lo que no es descabellada la idea de que la formación de Pablo Iglesias está en condiciones de alzarse con el triunfo. Gana en intención directa de voto y se impone en casi todos los segmentos de edad. Es también el partido que ofrece más confianza a los electores en distintos ámbitos, con excepción de política exterior y conflicto con Cataluña, donde aún se afianza el PP. Iglesias es, además, el preferido para ser presidente del Gobierno, y en valoración de líderes encabeza la lista empatado con Pedro Sánchez (PSOE), Alberto Garzón IU) y Albert Rivera (C's), aunque ha perdido décimas.

SIN SEÑALES DE DESGASTE

Por el momento el partido emergente, fruto del descontento de la sociedad española con la clase política, no da señales de desgaste pese a que ha sido sometido a ataques por parte de los dos grandes actuales --ataques que incluso le han reforzado--, y de que ya se conocen las líneas básicas del programa económico (pendiente de aprobar). Ni siquiera el viaje hacia el centro ha desanimado por ahora al voto más radical, procedente de IU y de la abstención. En cualquier caso, la fuerza de Podemos se asienta más sobre el descrédito de PP y PSOE que sobre el acierto propio. Y ahí radican las dudas de su evolución futura.

Otro de los elementos a tener en cuenta del sondeo, fuera del ámbito estrictamente electoral, es el rechazo mayoritario en el conjunto de España a que una reforma constitucional pueda dar más autogobierno a Cataluña. El recelo o la oposición en esta cuestión dificulta la búsqueda del nuevo encaje, una posible vía intermedia entre inmovilismo e independentismo.