La polémica y la expectación en la que se ve envuelto el Congreso de Podemos tienen varias ramificaciones desde las que se tira para arrimar el ascua a la propia sardina. La más notable, por no decir la más suculenta por mor de desprestigiar, tiene por objetivo presentar el enfrentamiento entre paulistas y errejonistas como una simple lucha por el poder. Por los sillones. Aunque haya alguna verdad (la vanidad del político engorda con el poder), es demasiado simplista el análisis. Yo me abono por otra interpretación que se utiliza también: se trataría de una diferencia de estratégica política que, dicho sucintamente, se pronunciaría por hacer una oposición desde las instituciones o desde la calle. Pero, si es así, esta discrepancia encierra un aspecto ideológico de más calado y que creo no se ha enfatizado lo suficiente.

Se trataría de oponerse a una versión del marxismo ortodoxo, vigente en el siglo XX, que rechazaría el liberalismo económico por la habilidad de defender la perfecta unidad ente libertad, derecho y capitalismo, siendo la realidad que de la libertad de mercado no se desprende necesariamente la libertad individual ni el derecho. Cualquier marxismo aceptaría esta realidad. Lo que pasa es que el marxismo ortodoxo despreció el pensamiento de la Ilustración, “la única columna vertebral posible de todo proyecto republicano”, según Carlos Fernández Lira y Luis Alegre Zahonero en su El orden de El Capital, y ellos pretenden desautorizar cualquier interpretación historicista o dialéctica de El capital, en un orden de lectura de la magna obra de Marx que les lleva a redactar 635 páginas imposibles de resumir aquí.

Carlos Fernández Lira y Luis Alegre Zahonero no son solamente dos notorios filósofos marxistas de nuestras universidades, sino ideólogos de Podemos y, el segundo, fundador del partido, anda estos días acusando a Pablo Iglesia y su camarilla de “estar dispuestos a destruirlo todo con tal de no perder su condición de cortesanos”. Y Carlos Fernández Lira, por su parte, confiesa haber pasado de “manporrero pablista” a considerar al grupo de Pablo Iglesias “una pandilla de burócratas intransigentes que han secuestrado la Secretaría General del partido”. La defección no puede ser mayor.

Pero fue Carlos Fernández Lira, precisamente, quien publicó hace unos meses en su En defensa del populismo una explicación que subyace en la trifulca. “Luis Alegre y yo -dice Fernández Lira- hemos insistido en que el mayor error del marxismo fue empeñarse en que el derecho, la ciudadanía, la división de poderes, el parlamentarismo, etc., todo el andamiaje, en suma, de lo que llamamos el Estado moderno no era otra cosa que la otra cara de la moneda de aquello que se pretendía combatir: el capitalismo… De este modo se regalaba al enemigo el cuerpo conceptual y político más irrenunciable de la historia de la humanidad y el marxismo se abocaba, en cambio, a inventar la pólvora y… al final, en lugar de una republica de ciudadanos, teníamos siempre algo así como un régimen de camaradas, supuestos ‘hombres nuevos’, atletas morales militantes del partido. No voy a seguir insistiendo - concluye- en el desastre político en el que siempre consistió y consiste este experimento.” No hay por qué insistir: queda claro por dónde van los tiros.