Mr. Hamilton salió del lujoso hotel, en una paradisíaca playa del Caribe, para descansar, después de horas de discusión acalorada con otros grandes empresarios sobre lo único que preocupaba a todos ellos: cómo hacer dinero. En la arena se tropezó con un hombre joven que echado en una hamaca parecía simplemente disfrutar de la brisa del mar. El empresario, queriendo ser amable, le preguntó si trabajaba. El joven le dijo que sí, que aquella mañana había salido a pescar un rato y habiendo cogido suficientes peces para mantener a su familia, ahora descansaba. El Sr.Hamilton, con toda buena voluntad, quiso animar al joven pescador a progresar en la vida, y le explicó que si trabajaba un poco más, podría tener más pescado para el mercado, y poco a poco, si se esforzaba, podría poner una pequeña tienda, y esta, un día, se convertiría en una gran tienda, y luego en un mercado mayorista y, por qué no, un día él podría llegar a ser un gran empresario con una flota de pesca propia exportando productos del mar a todo el mundo, y así, al final de su vida podría descansar como lo hacia ahora. El joven pescador lo miró asombrado y simplemente le dijo "¿Por qué matarme intentando ganar dinero toda la vida para, al final, hacer lo que ya ahora hago?" Y la pregunta del millón que este cuento nos fuerza a hacer es: ¿Quién de los dos era el rico y quién era el pobre?.

Nos han engañado diciéndonos que el hombre, como rey del universo, puede usar y hasta abusar de la naturaleza explotando sus riquezas para su propio enriquecimiento, olvidándose que la naturaleza es algo no solo para usar, sino también para contemplar, admirar y amar. Nos han hecho creer, y nos siguen haciendo creer, que la felicidad del hombre está en la acumulación de riquezas en forma de lo que algunos se han atrevido a definir como devil's dung esto es, nada más y nada menos que "mierda del diablo": ¡el dinero!, y a este fin, el hombre sabio y prudente ha de dedicar cuatro quintas partes de su vida activa, para, si llega a viejo, poder disfrutar de una feliz y aburrida jubilación.

Desgraciadamente, este camino de progreso humano se ha prostituido haciéndonos pensar que solo con el dinero a cuestas se puede subir la montaña de autorrealización y ser feliz. Todo se compra y todo se vende con el dinero. El conocimiento se mercantiliza: el niño ha de aprender, desde el principio, cosas útiles que le preparen para el futuro trabajo de hacer dinero, por tanto, las materias de humanidades (es terrible que las materias técnicas y científicas , se consideran, implícitamente, menos "humanas") son postergadas al nivel de marías inútiles. La Universidad, que se supone es un vivero de nuevas ideas y valores, se ha convertido en un taller de fabricación de máquinas capaces de hacer dinero, y la investigación que debería llevarse a cabo en ella se mide casi exclusivamente por criterios de rentabilidad económica, exigiéndole que sea competitiva, rentable, en otras palabras que sirva para aumentar el divino PIB. Así se entiende que no se apoye la investigación para la eliminación de las enfermedades de los pobres: malaria, mosca tset.tset o el actual terrible Ebola.

El arte se mercantiliza: todavía quedan unos pocos mecenas, pero para muchos la compra de obras de arte no responde a un amor contemplativo de la belleza, sino a una forma segura de guardar su dinero y, si es posible, evitar el fisco. El deporte se mercantiliza, convirtiendo una actividad esencialmente de ocio, en un negocio mercantil en el que se mueven millones y millones de dólares. La noble ciencia de la economía, como ciencia de regulación de la satisfacción de las necesidades humanas se ha convertido en una lucha sin cuartel para crear necesidades, fomentar el consumo y hacer crecer, sin preocuparse de su distribución equitativa, la "riqueza" del país. Finalmente, algunos hombres y mujeres quizás todavía haya que entran en la política con una vocación de servicio, pero los ejemplos que vemos a nuestro alrededor nos hacen pensar que los intereses crematísticos pesan mucho al aspirar a uno o más puestos de trabajo como "político"; interés espurio que crece con el nivel del organismo político al que se aspira: municipio, estado u organismo internacional. Y las relaciones internacionales, aunque se disfracen en nobles deseos de Derechos Humanos, no pocas veces tienen como único fin asegurar las materias primas, conseguir inversiones y abrir nuevos mercados para enriquecer a unos pocos..

La búsqueda constante, incansable, tenaz, del dinero se ha convertido en una enfermedad, una droga que nos hace cada día más pobres como seres humanos. Se han invertido los conceptos de valor y precio. Ya no es el valor intrínseco de algo o alguien lo que fija su valor en términos crematísticos, sino que es la cantidad de dinero que cuesta una cosa, o la cantidad de dinero que posee una persona, lo que fija su valor en la sociedad. De ahí el obsesivo deseo de acumular, legal o ilegalmente, un dinero que ha dejado de ser un mero instrumento de cambio, para convertirse, casi exclusivamente, en el único criterio de valoración del ser humano.

Y el alazán dijo a la ardilla: "tantas idas y venidas, tantas vueltas y revueltas, quiero, amiga, que me digas ¿son de alguna utilidad?".

* Profesor