El estancamiento de la eurozona reclama urgentes medidas para evitar la caída en una tercera recesión que sería fatal para una Europa que ya ha sido golpeada hasta lo indecible desde el inicio de la crisis hace siete años. Jean-Claude Juncker, presidente de la nueva Comisión Europea, lo sabe y por ello uno de los tres pilares de su estrategia es la inversión de 300.000 millones de euros. Los otros dos consisten en las reformas estructurales de las economías nacionales (léase Francia e Italia en especial) y la credibilidad fiscal para la que admitió flexibilidad. Los jefes de Estado y de Gobierno reunidos esta semana en Bruselas acogieron con gran alivio el anuncio de Juncker, pero lo que el nuevo presidente no especificó es de dónde saldrán aquellos millones, solo pidió fe en los trabajos de su comisión hasta final de año cuando tendrá el plan elaborado. Lo que si indicó es que buena parte de los 300.000 millones de euros deben proceder del sector privado. Porque las arcas públicas ya están exhaustas.

Otro que no se anduvo por las ramas fue Mario Draghi al advertir de que la esperanza no es una estrategia y exigir un calendario de actuaciones. El presidente del Banco Central Europeo reclamó muy en particular a Alemania medidas de estímulo a la demanda. La situación es grave, pero conceptos como flexibilidad, inversión, crecimiento, estímulo a la demanda y políticas keynesianas ya no son anatema en Bruselas. Ahora únicamente falta que dejen de serlo en Berlín.