Las activistas del radicalismo político español supieron de Petra Kelly tras la publicación en España de su biografía, escrita por la británica Sara Parkin. La imitan pero les falta su bagaje cultural. Viví la época más brillante de esta joven fundadora de Die Grunen (Los Verdes), entre grandes destellos mediáticos. En marzo de 1983, a raíz de las elecciones federales alemanas, lograron por vez primera entrar en el Bundestag con 28 escaños. La sesión inaugural fue histórica y pintoresca: Petra Kelly, Otto Schilly y el general Bastian, recorrieron el pasillo central como un paseo triunfal. Ella llevaba un ramo de flores. Las elecciones las ganó Helmut Kohl. Al felicitarle, Petra Kelly le entregó un abeto como símbolo de la destrucción que sufren los bosques alemanes en vísperas de Navidad. Por fin estaba la joven ecofeminista junto a la «casta» política alemana --presidia Willy Brandt- aunque nunca se ha cansado de decir: «Los verdes somos un partido antipartido». Era coherente al declarar sin tapujos que iba por la vida política como activista antisistema. Insistía en que «hay que ser tierna a la vez que subversiva». La unidad inicial terminó fragmentándose. La facción «realista» se enfrentó a la «fundamentalista» de la que Petra Kelly no se movía. Fue apartada y eso le afectó. Había formalizado un tándem con el general Bastian, más político que pasional. El exalto mando de la Otan le superaba en 27 años. El 1 de octubre de 1992 pactaron el suicidio. Él le disparó y después se pegó un tiro. Ahora se han cumplido 25 años del hallazgo de los cadáveres en su casa de Bonn.

* Periodista