El párroco de San Eutropio, en Paradas, ha vuelto a dar una lección sobre como la Iglesia Católica, al menos en lo que respecta a sus estructuras de poder, continúa fiel a la masculinidad heteronormativa y, por tanto, considerando la homosexualidad como un pecado. Con exquisita fidelidad a la hipocresía de la moral judeo--cristiana, el sacerdote Francisco Javier Aranda argumenta que el verdadero problema de Alejandro, un utrerano de 30 años, para ser padrino del bautizo de su sobrina no es tanto su orientación sexual sino la "exhibición pública" de la misma. De esta manera, el cura vuelve a confirmar la sacralidad del armario, ese espacio en el que permanecen tantos católicos y me temo que tantos jerarcas, de espaldas a lo que ya son conquistas irreversibles en cuanto al reconocimiento y visibilidad de las múltiples opciones afectivas y sexuales del ser humano.

Precisamente para luchar contra ese tipo de actitudes y comportamientos, desgraciadamente aún habituales en sociedades solo "formalmente igualitarias", ha nacido en Córdoba el colectivo Personas. Tratando de cubrir el vacío de esta ciudad en cuanto a asociaciones o grupos que trabajen específicamente en estos temas, y frente a los intentos mercantilizadores de una causa que es de derechos y no de intereses, un grupo de mujeres y hombres nos hemos reunido con el horizonte de superar la tolerancia y abrazar el reconocimiento. Convencidas y convencidos de que la humanidad es plural en deseos y que, por tanto, sobran las etiquetas y los ejes binarios que nos atrapan en el círculo vicioso de lo masculino versus lo femenino. Somos conscientes de lo mucho que se ha avanzado en la última década, sobre todo en el plano legislativo y de las políticas públicas, pero también de todo lo que queda por construir y, sobre todo, de las muchas amenazas que acechan en estos tiempos de penosas alianzas entre neoliberalismo y heteropatriarcado. Pensamos que todavía debemos transformar muchos de los elementos del orden cultural y simbólico que nos nutre cada día. De ahí que uno de nuestros principales objetivos sea incidir en todos y cada uno de los ámbitos socializadores del individuo, muy especialmente en el estrictamente educativo, con la intención de afirmar y reafirmar que la igualdad no es otra cosa que el reconocimiento de las diferencias.

En una ciudad tan armarizada como Córdoba, tan hipotecada por los lastres católicos y por las complicidades silenciosas, tan homófoba y machista a derecha y a izquierda, tan esclava de esa moral perversa de las buenas costumbres y la apariencia, es urgente que la diversidad se incorpore al espacio público. Que sea visible y política, sin que ello suponga hacerla deudora de los intereses partidistas e institucionales. Personas nace como un espacio desvinculado de siglas, pero comprometido firmemente con la res publica. Con los discursos y las narraciones que nos perfilan como ciudadanos y ciudadanas. Con las acciones y las luchas que reclaman justicia para las y los más vulnerables. De ahí que nos sintamos tan partícipes de las reivindicaciones feministas o, por ejemplo, de las que se hacen eco de la discriminación de las personas transexuales.

Personas pretende superar el voluntarismo bondadoso del arco iris y poner su granito de arena para que esta ciudad, y a ser posible la provincia entera, asuma que la dignidad y la autonomía pasan también por los afectos y la sexualidad. Lo cual implica el reconocimiento y la garantía de nuevos derechos como la identidad de género o de nuevas realidades como las que desbordan el modelo familiar heteronormativo. Ahora bien, por encima de todos esos objetivos éticos y políticos, queremos también ser un espacio de acogida y acompañamiento, de ternura y de celebraciones, de afinidades electivas y de palabras compartidas. Desde el que superar las perversidades del gueto y desde el que tejer redes de ciudadanía. Es decir, todo lo contrario a lo que supone ese armario que tanto parece gustarle al párroco de Paradas.

* Profesor titular de Derecho Constitucional de la UCO