A los hechos cabría remitirse para constatar que hoy día los mimbres con los que se teje por la élite dirigente la acción política, en general y principalmente en primera y segunda instancia, participando también la escala regional, así como la que se ejerce por las adjuntas cohortes pretorianas que la secundan, está connotada por la notoria e insultante mediocridad como por la baja calidad de los materiales que se usan. E inevitablemente habría que referirse ad hominem al batallón de mentecatos y algunos más desertores del arado o a estultos tiralevitas, belitres y bellacos, encuadrando a los que les guían intereses inconfesables y espurios, pero cuyas cualidades profesionales derivan, y muchos sin que en su vida hayan dado un palo al agua, de su adscripción al partido político que les ha aupado, siendo ad maiorem gloriam simples mastuerzos, salvo no pocas honrosas excepciones que confirman la regla.

Una parte importante de esa tropa ha conseguido trepar y encaramarse, a tenor de las virtudes antes aludidas, hasta ocupar algunos de los escalafones del cuerpo político decisorio, como de la administración del Estado, incluyendo asesorías ad hoc, jefaturas de empresas públicas y organismos de similar porte, consejerías, direcciones generales, delegaciones provinciales, jefaturas de servicios, etcétera. Sin embargo, la reforma y el cambio social e institucional, en el que conviene insistir por ser necesario, tan sólo será bien avenido cuando llegue de la mano de la preparación, la excelente experiencia profesional y el mérito.

* Doctor ingeniero agrónomo.

Licenciado en Derecho