Había pensado hacer un elogio esta semana del verano, una época del año en la que los que ya peinamos canas (o calva) estamos más libres para algunos desmarques . Unas cervecitas con los amigos cuando se tercia, una escapada con la pareja el día que uno improvise o siestas contundentes mientras en la tele se desloman los ciclistas en el Tour, que el sopor es directamente proporcional al esfuerzo que se retransmite en televisión.

En todo caso, yo creía que en esta sociedad para los de cierta edad los veranos son mucho más cómodos que lo que nos hubiera tocado décadas atrás. Por entonces éramos niños y disfrutábamos, pero poniéndonos en el lugar de nuestros padres me imagino organizar en estos tiempos aquellos viajes interminables en seiscientos o en el dos caballos a Fuengirola, Benidorm o al pueblo paterno, siempre a casa de un familiar, con el coche atestado de bultos, pegatinas en los cristales, un único casete sonando y sin aire acondicionado que valga.

Sí. Yo creía que las vacaciones de ahora son mejores. Pero un amigo me ha sacado del error porque Isidro, que así se llama, este año tiene perro-nieto , le ha tocado cuidar la mascota de su hija y su yerno, que aún no tienen pequeños, mientras que ellos hacen un viaje. Y aunque el perrito es encantador no se atreve a dejarlo solo en casa, está ligado a un horario, no puede improvisar cañas de mediodía con los amigotes y debe pensar todo el día cuál es el momento y el sitio, con la ola de calor, para sacar a pasear al nieto de cuatro patas que le ha tocado.

Otro ejemplo, un caso extremo, es el de una pareja de amigos que se van de cámping. El tiene dos hijos de su primer matrimonio, ella uno de su anterior relación y ambos ya tienen una preciosa hija en común. Los seis se van junto a un hermano que se ha divorciado recientemente y que lleva a uno de sus dos vástagos de veraneo, y para colmo, se le han sumado al viaje dos amiguitos de los pequeños, también con una situación familiar de separaciones y segundas nupcias. Sabiendo que previamente hay que pactar con la expareja o exexpareja los días de vacaciones que a cada uno les toca con cada hijo, y que cada exconyuge vive una situación similar con su media naranja actual, comprenderán que han tenido que hacer más cálculos y cuadrantes que para el turno de noche de la Seat en Martorell. Y ahora imaginen, es otro ejemplo, las horas que se tirarán en el cámping explicando por teléfono a su preocupado ex, ex--ex o ex--ex--ex que el niño está bien, anda jugando en la piscina y ha comido el bocadillo de maravilla.

Ya ven: los tiempos, la sociedad y las vacaciones familiares cambian y para los mayorcitos los problemas de antaño se han transmutado en otros. Solo una cosa no se ha transformado: la felicidad que se ve en la cara de los críos y cómo se lo pasan los más jóvenes. A Dios gracias y como debe ser.