Una cita falsamente atribuida a Groucho Marx reza que "Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros". Aunque aparentemente cínica y sarcástica, el axioma refleja una verdad profunda de la acción política y es que, del mismo modo que en el comercio "el cliente siempre tiene razón", en la contienda electoral el que vota, manda. Y el votante medio del PSOE ha cambiado mucho. Los obreros de ayer prosperaron económicamente y se convirtieron en los burgueses de hoy. Con lo que el PSOE, Felipe González mediante, abandonó la inspiración y los postulados de Karl Marx por el capitalismo "humano" del social-liberal Keynes y el furibundo antimarxista Popper.

A medida que el PSOE se derechizaba en un viaje al caladero electoral del centro político, aceptando que es el mercado y no el estado el centro de la acción social, también pasaba de su vocación centralizadora (aquellas gotas de sangre jacobina de las que hablaba Antonio Machado) a descubrir que España sería autonómica o no sería. Lo que significó que se hizo más nacionalista que los nacionalistas hasta llegar al delirio de que una eurodiputada socialista, María Badía, haya pedido a la Comisión Europea que esté vigilante no vaya a ser que el Ejército español invada Cataluña o que el líder del PSC pida privilegios para unas determinadas comunidades sobre otras volviendo al mantra del "federalismo asimétrico" contra el que se levantó Andalucía, siempre tan sensible a las injusticias clasistas, en 1980.

Pro mercado y pro asimétrico, al PSOE no lo reconocería, parafraseando a Alfonso Guerra, ni el padre que lo parió, es decir, el muy marxista Pablo Iglesias. Y lo peor es que tampoco parecen reconocerlo los votantes de izquierda que cada vez más están huyendo hacia la abstención, opciones de extrema izquierda, alternativas ecologistas o un partido socialdemócrata pero firmemente constitucionalista y recentralizador como UPyD.

Y es que tras perder el liderato del PSOE contra Zapatero, Rosa Díez se ha convertido en el gran referente ideológico de la izquierda moderada en España. Allí donde en el PSOE sólo se perciben luchas partidistas por el poder, con su correlato de corrupción material y miseria intelectual, en UPyD se mantiene la llama de una acción socialdemócrata caracterizada por un papel del Estado más ancho y diverso, una mayor atención estatal a los pobres extendiendo la educación y la protección social, con políticas activas sobre el deterioro medioambiental, la defensa de derechos civiles y humanos y una profundización en la democracia a través de la igualdad tanto de las personas como de los territorios.

Del mismo modo que tras la debacle del UCD, la derecha vivió una transición por el desierto que le sirvió para calibrarse, ideológica y electoralmente, a partir del núcleo catalizador de la AP de Fraga, algo semejante está sucediendo en la izquierda con un PSOE cada vez más perdido en un laberinto ideológico. Y su Ariadna hace tiempo que ya no está en el partido.

*Profesor de Filosofía