Mientras las calles volvían a llenarse de jubilados protestando por el ridículo incremento anual de las pensiones, Mariano Rajoy anunciaba que comparecerá voluntariamente ante en el Congreso para abordar el debate sobre la protección social de los mayores. Lo de voluntariamente es un eufemismo porque el presidente del Gobierno iba a ser obligado por toda la oposición a explicarse y lo único que ha hecho ha sido adelantarse para no ir forzado a la comparecencia. En la decisión tienen mucho que ver las movilizaciones de pensionistas, que han sorprendido al Gobierno, dedicado a ensalzar la buena marcha de la economía española. Precisamente debido a esa recuperación, con crecimientos anuales superiores al 3%, es más sangrante que el Gobierno se empeñe en mantener el ínfimo aumento del 0,25% al revalorizar las prestaciones. Es increíble que el Ejecutivo sostenga que los pensionistas no han perdido poder adquisitivo cuando el IPC, tras estabilizarse la inflación durante la crisis, crece hace tiempo por encima de ese índice mínimo que se fijó para los peores años de la recesión. Es verdad que el futuro de las pensiones merece un debate serio y profundo, como reclama Rajoy. Por eso quedan aún más en evidencia los apresurados movimientos del Gobierno, que solo se han producido cuando las protestas y las encuestas apuntan a que el PP está perdiendo también el voto de los jubilados.