Brilla su silueta blanca entra una multitud sedienta y esperanzada. Subía al avión, llevando en la mano su famosa cartera negra, con rumbo a Colombia, como peregrino de la esperanza y de la paz. Así se definió el Papa Francisco a sí mismo en un vídeo dirigido a todos los colombianos, que le han recibido con los brazos abiertos, mientras esparce su semilla en encuentros, discursos y eucaristías. Tres destinatarios han recibido sus primeros mensajes, porque a ellos se ha dirigido con especial ilusión y entusiasmo: al presidente y a las autoridades, asegurándoles que no están solos y que muchos quieren acompañarles en este paso hacia la reconciliación y en sus esfuerzos para huir de toda tentación de venganza; a los jóvenes, pidiéndoles que no se dejen enredar en las viejas historias de los adultos y en la división, ya que ellos representan la Colombia del futuro; y a los obispos, recomendándoles que no se refugien en sus certezas y en el halago de los poderosos y que crean en la humildad de la semilla de Dios. Citando a Gabriel García Márquez, el Papa recordó una de las frases de la novela Cien años de soledad del Premio Nobel de Literatura: «No imaginaba que era más fácil empezar una guerra que terminarla». Cada uno de sus pasos, de sus abrazos, de sus palabras, se convierten en invitaciones urgentes a «construir la unidad de la nación y, a pesar de los obstáculos, diferencias y distintos enfoques sobre la manera de lograr la convivencia pacífica, persistir en la lucha para favorecer la cultura del encuentro». El Papa ha definido la silueta de la verdadera paz, que «no puede ser una paz meramente negociada, sino sólo un fruto del desarrollo integral de todos: una paz estable, duradera, para vernos y tratarnos como hermanos, nunca como enemigos». Las palabras de Francisco tienen eco mundial y han de llegar a todos los rincones de la tierra. Su argumento central es la vida, la felicidad, el encuentro que se abre al diálogo y a la más fructífera fraternidad. Es un Papa que nos dice que la paz es posible, incluso en países como éste, con más de cincuenta años de guerra y muerte. Junto a sus palabras, la ternura de sus gestos entrañables.

* Sacerdote y periodista