Manolo el podador sube a la palmera de quince metros. Se pierde en la choza de hojas secas y empieza a cortar. Nidos, cortezas, plumas, forman una revoltosa polvareda que viaja en el aire, al contraluz del sol mediomañano, en la semisombra de un alto edificio. Cae una corona de palmas con un «¡ssschrojjss!». El peón, que lo graba todo desde abajo con su móvil, grita: «¡Icho, pasa ahí?». El otro sube algo más y trabaja duro. El peón maniobra en su cacharro y declara: «¡ya lo he subio to ar beihbuh!». Manolo, profesional sin tonterías, contesta, invisible ya, enredado en la maleza de las alturas: «¡No me toques loh cojoneh, chaval, con el puto feihbuh!».

Si es usted un individuo del futuro y consigue descifrar todo este mensaje de «escritura alfabética», debe saber que la composición «ya lo he subio to ar feihbuh» no significó, en sí, nada, nothing, nichts. Podríamos catalogarlo como un dicho popular en una época obscura, la EMAD: Edad Media del Aburrimiento Despilfarrador (o y la Desconfianza, según otros autores), proceso desquiciado y yoísta, cuyos orígenes se remontan a la imposición del axioma: cháchara == libertad, inoculado a fuerza de copla dura, en este caso el tema «Libre», en la versión del tonadillero Chaval de la peca, ingenuo esbirro del Muy Excmo. Sr. X, Marqués de la Plusvalía y encarnación del B, dueño de todo lo que vino detrás que, incluyendo el feihbuh, podría sintetizarse en este símil: un inmenso, colosal muro de pago donde cada persona, feliz, escribía: «akí estubo (con b) fulanito». Nada más. Y todo ello se evaporó con el cipotazo explosivo al que los expertos del «yo ya lo dije» decidieron llamar Burbuja Nuevotecnológica. Como siempre, el Muy Excmo. Sr. X salió ileso. No así la panda de buhoneros y coachinadores de lo vacuo, los cuales terminaron sus días ajusticiados por la turba desempleada, rencorosa y analfabeta: «¡Ni una burbuja más!», se gritaba en el estadio, de uniforme. Nada nuevo, señoras.

* Escritor