La calleja del Posadero, fondo de saco de la calle Mucho Trigo cercana a la ribera, alberga una casa encantada cuya primera sorpresa es la reja que hace, ante el patio, de puerta de entrada de la que fue desde el siglo XV posiblemente una casa de vecinos.

Tuve la sensación de que en aquel patio se cruzaban mensajes cifrados, deseos de vivir el tiempo y se dejaba espacio al amor de convivencia .

Ese patio en Mucho Trigo, que años atrás yo visité durante el concurso de mayo, ha recuperado su aliento, se han aireado rejas y ventanas, limpiado cada rincón de la posible antigua posada, descubierto sus muros y arrojado el desaliento que queda embrujado en sus barandas acordonadas de sogas finas y blancas .

Ha lanzado su dueño muy lejos el lastre de sombras acumuladas. Ya no hay tinieblas en el patio del posadero ni ceguera ni viciado aire sino luz y hospitalidad en un entorno de agradables silencios.

Camino del Real de la Feria, pasando por Mucho Trigo, entré en esa calleja y me sorprendió en esta casa la vida renovada y cómo los silencios irrumpían en sus estancias. También el esfuerzo de sus emprendedores dueños a quienes desconozco ni pretendo.

El patio del Posadero ha recobrado su vida, se oyen los respiros dentro y aguardan, al visitante lejano, una serie de prodigios excelsos. Es un lugar excelente para hacer la travesía hacia el silencio y donde no será posible emborronar la mirada de quien con amor entre en sus aposentos.

<b>José Javier Rodríguez Alcaide</b>

Córdoba