España sigue de veraneo y los españoles siguen viajando, bebiendo, cantando y bailando, como si este fuera el último verano en el que vamos a tener euros en los bolsillos o pensión que cobrar. Más que nunca percibo dos realidades bien distintas entre la que describe la radio por las mañanas, cuando me levanto y conecto, y la que veo al salir a la calle, o cuando los telediarios se pasan de la cosa política al jolgorio de playas atiborradas, récord de turistas y ola de calor. Los tertulianos -que ya se van quedando sin voz y sin palabras, después de ocho meses con la misma tabarra de elecciones, pactos y partos post-electorales-, ya no saben ni qué decir para hacernos caer en la cuenta de la gravedad de un país sin gobierno, en desgobierno, y con el brexit a la catalana amenazando. Y los líderes políticos del Congreso a la Zarzuela, y de la Zarzuela al Congreso, y vengan ruedas de prensas para responder lo mismo a las mismas preguntas. Qué hartazgo, que pereza, que aburrimiento de palabras que ha de llevar el viento. Tengo para mí que de este laberinto, de esta melopea en la que se andan políticos y medios de comunicación, saldríamos en cuanto dejaran de ponerles cámaras y micrófonos a los portavoces que dicen lo mismo una y otra vez, como en el cuento de la haba; pero quién está dispuesto a dar el primer paso, a desconectar el cable a la primera repetición verborreica que ya conocemos de memoria y soltarle al parlanchín que diga algo interesante, coherente y que luego lo cumpla. Nadie lo hará, al primer toque de la Moncloa allí estarán todos una vez más para contar lo mismo, la nada. Y así ocho meses. Por eso no me sorprende tanto la probabilidad de que Donald Trump pudiera llegar a ser presidente de los EEUU, ahora que todo el mundo tiembla. ¿Hubiera sido posible esta situación ridícula (y pudiera ser hasta trágica) sin la inestimable colaboración de los periodistas que a veces para reírse y otras para llorar estuvieron siempre detrás de sus pamplinas, bravuconadas y dislates? Pues ahí lo tienen, fatuo y engreído, viéndose ya comandante en jefe. Y ahora qué, ni los discursos de Michelle Obama podrán parar semejante estropicio, porque hemos de reconocer que la primera dama se nos ha revelado como una mitinera con pegada y contenido, y más poder de convicción que Hillary Clinton.

En resumen, que el panorama que dejamos al irnos de vacaciones no es como para mirar atrás ni para despedirse, lo malo es que el que encontraremos a la vuelta del veraneo no tiene visos de que pudiera ser mejor. Por eso hay que disfrutar la parte que nos corresponda de playa, de charla con amigos o de silencio, porque al volver la realidad será lo que nos quede después de quitar esa mejor parte. Pasadlo bien. H

* Periodista