En vísperas ya de la Semana Santa, me viene a la memoria el título de una antología significativamente titulada Paradojas y devociones, escrita por un gran poeta inglés que vivió entre los siglos XV y XVI, John Donne. Es una meditación espiritual sobre el misterio del hombre, «el único ser animal para el que su mismo existir es un problema por resolver», como dijo un filósofo, Erich Fromm. La humanidad ha sido creada, lo dice el Génesis, como imagen divina precisamente porque es varón y mujer, es decir, está abocada a una relación interpersonal, a un encuentro fecundo y, por ello, capaz de imitar al Creador a través de la generación. Pero hay más. Pertenecemos a un horizonte genético común, la «humanidad» concretamente, que es nuestro «continente», del que somos una parte. En vano hemos levantado las fronteras de las razas, las clases, las divisiones. Todos somos hijos de Adán, débiles y gloriosos al mismo tiempo, capaces de infamias y de heroísmos. Por eso, tenemos que luchar contra la gran tentación de aislarnos, porque solos no nos bastamos a nosotros mismos. El autismo espiritual y cultural es un drama peor que el psicológico, y sanarlo es una tarea ardua. Al libro de John Donne, pertenecen estas palabras: «Ningun hombre es una isla, algo completo en sí mismo. Todo hombre es un fragmento del continente, una parte de un conjunto. Si el mar arrebata un trozo de tierra, es Europa la que pierde (...). La muerte de cualquier hombre me disminuye porque yo formo parte de la humanidad. Por tanto, nunca mandes a nadie a preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti». Thomas Merton tituló así uno de sus libros más difundidos: Los hombres no son islas. Nuestros pecados tienen siempre una dimensión social: afectan forzosamente a la sociedad humana y a la sociedad eclesial que, en definitiva, serían una misma cosa. La Semana Santa nos invita a mirarnos a los ojos, a sacar no la espada del duelo sino la voz del diálogo, puesto que todos tenemos una lengua paterna común. Las devociones han de eliminar las paradojas. Sería su mejor fruto.

* Sacerdote y periodista