Porque el tiempo es el dolor que acaba siempre por hundirme en la rutina del olvido; porque vivir se me convierte en una pátina de polvo y de melancolía, no he podido darme cuenta de que se nos iba nuestra Paquita. Paquita Jiménez Yepes. Poeta, maestra, mujer. ¡Qué pena nombrarla cuando ya no está! ¡Este silencio y sus palabras, vacíos de cobijo y compañía! ¡Y derruirme en las distancias, nieblas de abismos donde siempre me reciben la noche y la tristeza, lago oscuro en el que alguna vez vislumbro la luz de alguien tan extraviado como yo! ¡Tanto por decir que ya no diré nunca! ¡Tanto por esperar que ya no tiene esperanza! Escribo mojando la pluma en el temblor del corazón. Nuestra Paquita se sentiría feliz de verse en estas líneas, pero para ello ha tenido que irse y nunca regresar. Cada recuerdo se convierte en un clavo de fuego, que cae en mi alma como ascua sobre seda. ¡Oh sí, amigos, amigas mías, salid, gritad que las palabras, ¡todas las palabras!, están siendo traicionadas; que la mentira prospera como hierba abandonada por la luna! ¡Gritad en cada plaza que no hay nadie y nunca vendrá nadie, sólo la soledad más sola que la nada! ¡Escribid el triste vacío de los muros, el interminable silencio de las paredes sin niños que las pinten! ¡Narrad el pobre perro poseído por la lluvia; sus ojos, su abandono, su súplica de amor! ¡Oh sí, poetas del mundo y sus ruinas, no dejéis de cantar que el tiempo no regresa, que la poesía se escribe con dolor de ausencias y tardes de domingo y anocheceres de diciembre! No, no volverán las golondrinas donde habite el olvido. Asesinado por el cielo, entre las formas que van hacia la sierpe, soñando caminos de la tarde, puedo escribir los versos más tristes esta noche. Sí, poeta: el amor y el dolor son tu reino, porque las piedras que amabas a la tarde han sido derribadas, y se fue el hortelano del huerto que ocupas y estercolas. Porque tú no puedes volver atrás, entonces siempre acuérdate de lo que un día yo escribí. Soledad, aprieta mi corazón como las uvas. Ayer y mañana comen oscuras flores de duelo. ¡Ay cómo canta la noche! Cerrar podrá mis ojos la postrera sombra aquí, ante esta inmensidad de luz y de horizontes o en una noche oscura, con ansias… Perdóname; no sé decirte nada más; yo aún estoy en el camino.

* Escritor