Son ráfagas de una actualidad que tiene en común algo parecido al desencanto. Sale de la cárcel la exetarra Idoia López Riaño, La Tigresa, condenada a 2.000 años de cárcel por cometer 23 asesinatos. Acabo de terminar la novela Patria, donde se describe cómo se utiliza la sangre con toda la irreverencia de una religión laica que hunde su filosofía en una lengua, una tierra y unos apellidos como justificación ante su continuo derramamiento. El domingo por la noche vi en La 2 La casa de mi padre, una película protagonizada por Carmelo Gómez, antiguo pelotari vasco amenazado por ETA, estrenada en el 2009, dos años antes de que la banda terrorista abandonara las armas. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo reconoció el martes que el exconsejero de Interior y expresidente del Parlamento Vasco, Juan María Atutxa, vio vulnerado su derecho a un juicio equitativo cuando fue condenado por negarse a disolver Batasuna, por lo que sanciona a España. Tanto La Tigresa, como Patria o La casa de mi padre describen el mundo de la independencia vasca desde el color rojo de la sangre y el negro del sufrimiento. Atutxa, sin embargo, a quien le pregunté un día en un almuerzo en Ajuria Enea, en Vitoria, su filosofía y me contestó que llegar a conseguir la independencia, pero que siempre tenía que ir escoltado por la policía cuando salía a la calle, a misa o a un bar. La construcción de una patria vasca a base de un pensamiento sostenido en balas y en sangre provenía, sobre todo, de los pequeños pueblos, alejados de los paisajes de la vida y contentos con su autodestino de gudaris. Lo mismo que la fuerza del Brexit está en los viejos descampados del Reino Unido, no en el Londres de los jóvenes. El encierro en la propia tierra, el desconocimiento de otros horizontes y el empeño en que la patria es la única salvación lleva al nacionalismo, un pensamiento excluyente. Pero resulta que gente viajada como Josep Guardiola, entrenador en Alemania e Inglaterra, sabedor de idiomas y conocedor de gentes, va y suelta el pasado domingo, para que se enteren en todo el mundo, que España es un Estado autoritario que reprime los derechos y las libertades de los catalanes. Se te caen los palos del sombrajo con el pensamiento de cierta gente, como ya nos ocurrió con Lluís Llach, que a estas alturas de época se prestan a leer un panfleto tipo los que se hacían públicos hizo ayer 40 años, precisamente para preparar las primeras elecciones democráticas después de otros tantos de dictadura. Mi hermana, que vive en Cataluña desde siempre, no se ha quejado de falta de libertades y, encima, Messi ha decidido acabar su carrera deportiva en ese Barça que se crece y justifica enfrentándose al Madrid. Porque el Girona y el Español están bien, pero...