Abundan en todos los pueblos de la provincia fiestas relacionadas con sus exquisitos productos culinarios. Van unidas a la degustación y a la promoción. Son famosas las del aceite, las del vino, las del jamón, las del lechón, las del ajo, etcétera. Pero centro mi atención en la Feria del Pan, de la aldea Los Pánchez, Fuente Obejuna, de la que no tenía idea. Me he llevado una alegría porque el buen pan es un alimento que se merece nuestra veneración. En el restaurante madrileño, Horcher, de origen alemán, oí decir que «lo más importante que hay en una mesa es el pan y el vino». En algunas de esas fiestas hay catas de aceite y de vino que son las más corrientes. Pero he sido jurado de una cata de carne vacuna y de otra, en Xativa, de arroces. ¿Por qué no una cata de pan? Sugerencia que traslado a la Asociación de Vecinos El Toril y al Ayuntamiento. Siendo corresponsal en Alemania hice un reportaje de un Museo del Pan. En la antigüedad remota el hombre comía granos de trigo, cebada y centeno. Más tarde los trituró entre piedras. En Viena y en Holanda se ensayaron por primera vez las maquinas amasadoras en el año 1787. Pero nunca olvidaré, hace muchos años en una aldea de Jaén, aquel horno de leña de olivo y un hombre metiendo con una pala, la hornada amasada a mano. Hay muchas clases de pan. Pan de centeno. Pan de flor, con la flor de la harina. Pan francés esponjoso sin grasa. Pan integral con todos sus nutrientes. Y sobre todo una gran diversidad vanguardista: pan de limón, pan de cebolla, pan de regaliz, pan de anís verde y pimienta, pan de pipas con uva.

* Periodista