Al final van a tener razón aquellos que creen a pie juntillas con nuestro inmortal Machado que estamos en un país de «charanga y pandereta, cerrado y sacristía, devota de Frascuelo y de María, de espíritu burlón y alma quieta». Pero quieta, quieta de verdad para los asuntos que importan. Llena más páginas una gilipollez como lo de portavoz o portavoza que los problemas graves, muy graves, por los que pasa la Educación en España. O como decía Elvira Lindo hace unos días en la capital hispalense, llena más páginas el procés que, a estas alturas, ya no importa ni a los independentistas, que la labor y los problemas por los que pasan a diario miles y miles de profesores. Si quieren, lo podemos hacer extensivo a otras profesiones y ámbitos laborales que también están pasando por lo suyo. Pero ésta es la España que tenemos y que cantaba el poeta con acierto y tino. Quizás no podamos ser más de lo que somos, aunque Ortega siempre se empeñase en defender que es precisamente el sol, nuestro sol, nuestro mejor aliado para ofrecer a Occidente y a Oriente otra forma de pensar, de interpretar y de actuar en la realidad. Vana ilusión maestro Ortega. Hace casi dos años ya que escribí un artículo en este mismo medio, y al que te remito, titulado «La buena educación», pero vuelvo a insistir en ello. Por mucho que insista, las páginas dedicadas al procés o a las portavozas me seguirán superando y con creces. Así que no me preocupa.

Yo no sé si los compañeros que se dedican a la misma profesión que yo ejerzo cada día acompañando durante seis horas y media a sus hijos, sí a los de usted, no se me vuelva para no querer leer o escuchar, les ocurre lo mismo que me ocurre a mí. Cada día estoy más liado con esto del sistema educativo. Llega un señor un día y te dice que hay que evaluar por estándares de aprendizaje. Otro día llega otro y te dice que no, que hay que evaluar a los alumnos a través de indicadores; otro te dice que ya no sirve el aprendizaje memorístico; otro, sin embargo, reitera su convencimiento de que la memoria es algo útil e imprescindible en el aula. Llega uno y te dice que la actitud ya no es evaluable; al rato llega otro y te dice que no lo llames actitud, pero que eso hay que evaluarlo en el aula. A esos que dicen que la actitud no es evaluable les invito a que se vengan un día conmigo. Y así con todo. Hay centros educativos que presumen de usar cotidianamente la tecnología, los dispositivos móviles para fines pedagógicos, y otros, por el contrario, aumentan cada día más las prohibiciones en este mismo sentido. Algunos creen con los ojos cerrados que la innovación educativa va unida indisolublemente con las nuevas tecnologías de comunicación y otros afirman que innovar en el aula no tiene que ver necesariamente con dejar que un alumno pueda usar su móvil en clase. Eso sí, creo que todos los docentes estamos de acuerdo en que cada día tenemos que dedicar más tiempo a rellenar documentos, documentos para todo, para cualquier cosa (ya mismo seguro que hasta para ir al aseo) que a preocuparnos por lo que verdaderamente debe ser la finalidad de nuestra preocupación: nuestro alumnado.

Así que, por tanto, vuelvo a hacer un llamamiento urgente a nuestra clase política para que de una vez por todas olviden sus diferencias absurdas y reúna a profesionales competentes de este ámbito y elabore de una vez por todas un pacto estable por la Educación de nuestros jóvenes, con ideas claras sobre qué seres humanos queremos formar para el mañana. Es verdaderamente urgente. Nos estamos jugando mucho con este asunto y no puede retrasarse mucho tiempo más el afrontarlo con seriedad. Quiero seguir teniendo alumnas y alumnos, no expedientes.

* Profesor de Filosofía. @AntonioJMialdea.