A la vista de algunas declaraciones escuchadas ayer, primera jornada tras unas elecciones que han reforzado al Partido Popular, el peligro de que se repita el bloqueo que impidió formar Gobierno tras el 20-D no está conjurado. Ciudadanos abrió la puerta a un acuerdo con el PP sin vetar ya a Mariano Rajoy, mediante la afirmación (falsa) de que nunca había cuestionado su nombre aunque sí exigido una renovación-regeneración de los populares, pero las posiciones siguen muy enfrentadas y esta formación esgrime el argumento de que no tiene peso para ser decisiva, por lo que lanza el balón al tejado socialista. El PSOE, por su parte, asume que su papel estará en la oposición, y vuelve a decir que no apoyará a Rajoy ni con una abstención que permita su investidura, con lo que la elección del presidente del Gobierno puede convertirse de nuevo en imposible si alguien no cambia de postura.

Tienen razón los socialistas en que la iniciativa, al igual que sucedía hace seis meses, corresponde a Rajoy, quien debe buscar los apoyos que necesita para salir elegido y, si es posible, para formar un Gobierno estable. El líder popular aseguró ayer que que intentará «arbitrar una fórmula de gobierno» y no solo asegurarse la investidura y que hablará primero con el PSOE, aunque este se descarta como aliado. En cualquier caso, para ello Rajoy debe renunciar a algunas políticas que sus eventuales aliados no comparten. El líder conservador renunció a esta iniciativa en enero y no aceptó el encargo del Rey, actuación que ahora no puede repetirse, entre otras razones porque el PP cuenta con 14 escaños más que entonces (137) y ha incrementado su ventaja sobre la segunda fuerza, que ahora es de 52 diputados.

Pese a mantener que no respaldará a Rajoy ni facilitará su investidura con la abstención, el PSOE asume que su lugar estará en la oposición y que no intentará una alternativa de izquierdas, ahora aún más difícil que tras el 20-D. El bloque de la derecha (PP y Ciudadanos) alcanza 169 diputados, que podrían llegar a 175 si se suman el PNV y Coalición Canaria. Aun así faltaría un escaño para la mayoría absoluta y podría producirse un empate si el resto de fuerzas (156 de PSOE y Unidos Podemos, más ERC, CDC y Bildu) votasen en contra. Pero la izquierda en su conjunto ha quedado debilitada, con cinco escaños menos, mientras que la derecha ha ganado seis. Ante esta situación son imprescindibles los pactos, sin líneas rojas. Cada partido tiene derecho a plantear sus posiciones, pero no a impedir con vetos que España pueda ser gobernada y haya que ir a unas terceras elecciones. España necesita un Gobierno que afronte, como pedíamos el domingo, el desafío del brexit, la reforma constitucional (incluido el conflicto de Cataluña), la regeneración democrática, el cambio de modelo productivo y el rearme del Estado del bienestar. H