En el último pleno del Ayuntamiento se aprobaron las distinciones que, tradicionalmente, se entregan el día de san Rafael. Entre los elegidos, figura el sacerdote Francisco Aguilera Jiménez, más popularmente conocido como Paco Aguilera, a quien, por unanimidad de los cuatro grupos municipales, se le concedió la Medalla de Oro de la ciudad, por su labor sacerdotal y social. Paco fue siempre un hombre de inquietudes sociales, cercano al pueblo, buen catador de gentes, voz de muchos ciudadanos sin voz, adelantado de derechos retrasados, portavoz de los más débiles, profeta en calles y plazas, allá donde un clamor humano se alzaba en demanda de justicia y solidaridad. Bien se le podría aplicar aquella famosa frase de Cyrano de Bergerac, poeta, dramaturgo y pensador francés, cuando decía: "Un hombre honesto no es ni francés, ni alemán, ni español, es ciudadano del mundo y su patria está en todas partes". Desde aquellos años sesenta, cuando en nuestro país comenzaba la movida de los corazones nobles, Paco ya se distinguía en sus años de formación en el Seminario, por su interés con los reclusos de la prisión provincial, en aquellas catequesis de los jueves, acercándose a sus heridas y lamentos, y en los ardientes veranos de Andalucía, Paco formaba parte también del grupo de seminaristas que recorrimos los campos de Baena, allá por Fuentidueña y otros cortijos, intentando iluminar los pobres horizontes de aquellas buenas gentes, con nuestra palabra sencilla y cercana, con nuestra ilusión y nuestros ideales. Luego, Paco se internaría por los caminos de la JOC, abrazaría a los jóvenes obreros y se identificaría con ellos en demanda de sus reivindicaciones, para descubrirles la figura de un Cristo roto y crucificado, en cuya cruz se centra la salvación del mundo. Enhorabuena, querido Paco.

* Periodista