Los hombres y mujeres de verdad grandes, las personas de talante excepcional, dejan cuando se marchan una larga, amplia y densa estela de sentimientos, emociones y afectos.

Y esa estela desborda normalmente el ámbito de la actividad (en nuestro caso artístico-literaria) que le convirtió en un ser admirado y admirable para extenderse a otros muchos espacios que podemos denominar comunes. En el caso que nos ocupa, el eximio e incomparable escritor Pablo García Baena, se produce este fenómeno de forma clara y nítida: por una parte el poeta deja una que podemos considerar «estela mayor», en la que se ubican todos los reconocimientos derivados de su obra literaria, los premios innumerables recibidos, las menciones y críticas admirativas, doctorados honoris causa, y, en definitiva, una constante presencia en la esfera cultural y poética de España y todo el mundo de habla hispana.

Pero a esa «estela mayor» se une otra que, sin ser «menor», suele ser siempre menos ponderada y reconocida, que es la estela de la bonhomía, la derivada de haber sido durante toda su vida un hombre sencillo, honesto, afectivamente muy asequible y, en definitiva, muy querido allá por donde pasó. De una inmensidad de manifestaciones de este tipo que adornan la persona de Pablo García Baena, siguiendo el camino trazado ya por Cuadernos del Sur en estas páginas, nos ocupamos aquí de las relaciones estéticas y emotivas que en un pueblo campiñés, Fernán Núñez, el poeta de Cántico supo cosechar y conservar durante décadas.

Todo empezó en los años setenta del siglo pasado, cuando Fernando Serrano, como director de la Revista de Feria de Fernán Núñez, fue vinculando a aquellas páginas a personalidades literarias como Vicente Aleixandre, Jorge Guillén, Dámaso Alonso... Y un largo etcétera entre los que se cuentan los poetas de Cántico, entre ellos Pablo García Baena. Literariamente fueron aquéllas, gracias entre otros a García Baena, las décadas de mayor esplendor de esta publicación, marcando unos logros que ni tuvieron ni han tenido después parangón en las publicaciones de aquel género.

Resultado de aquella vinculación fue un recordado recital de poesía en el Ayuntamiento de la Villa Ducal que, pronunciado por nuestro poeta al final de los años ochenta, contó con el aval, impulso y presencia física de Vicente Núñez, otro de los grandes poetas amigos de Fernán Núñez. Este mutuo intercambio de afectos poéticos entre Fernán Núñez y Pablo García Baena culminó con una colaboración excepcionalísima y de preciado valor: la aportación del villancico que ilustraba el Christma de la Coral Calíope del año 2000. Con la Navidad todavía fresca en nuestra memoria, el villancico decía así:

Ensaladilla de Navidad

«La ñora y la aceña, / madroños, la braña,/ lueñes los rebaños,/ añil la montaña,/ armiños que añudan/ piñas y castaña./ El gañán ordeña./ Gruñe y acompaña/ al puño mañoso/ la pezuña huraña./ La campiña tañe/ zampoñas de caña./ Retoña la viña./ Pequeña, la araña,/ su pañuelo enseña/ ciñe la espadaña./ La dueña, en escaño, / corpiños de laña,/ el paño teñido/ con alheña extraña,/ hiñe en los barreños,/ piñatas apaña,/ cañutos aliña,/ gañotes rebaña./ Bruñen ruiseñores/ mañanas que empaña/ la leña, gañidos,/ cañada y cabaña./ Plañen añafiles:/ -Señora y compaña.../ El niño soñando/ la ñorba. / Y España».

Esta relación afectiva se prolongará en el tiempo, pues en junio de 2012, en la sesión de clausura del año académico, con la presencia excepcional del director de la Real Academia Española de la Lengua y con el matiz del homenaje de la Real Academia de Córdoba al gran poeta cordobés, la Coral y Banda Calíope de Fernán Núñez fueron los encargados de impregnar de música y armonía aquel acto, en el que la identidad y hermanamiento estético-artístico con nuestro poeta volvió a quedar de manifiesto.

Finalmente, la presencia vivencial de Fernán Núñez en el mundo de García Baena quedó plasmada en el Acto de Investidura como Doctor Honoris Causa del poeta por la Universidad de Córdoba, en el que será María Rosal Nadales, poeta universal nacida en Fernán Núñez, la que desarrollará brillantemente el rol de madrina del distinguido y reconocido como sabio, maestro y doctor.

Descanse en paz quien para siempre permanecerá en nuestra sencilla y humilde (pero no menos sincera y entrañable) memoria local. Si los afectos cuanto más esquemáticos son más auténticos y duraderos, el de Fernán Núñez hacia Pablo García Baena seguramente será eterno.

* Cronista oficial de la Villa de Fernán Núñez